lunes, 7 de diciembre de 2009

Me despertó el teléfono con lo de por favor ven a trabajar. Contesté malhumorado que tenía libre y otra vez con el por favor a punto de darle un ataque. Déjame dormir una hora, he estado hasta las seis metiendo música. La próxima vez no os voy a coger el móvil. Evidentemente he sido cadáver toda la noche detrás de la barra y la gente bastante gilipollas, para variar. Además el lavavajillas volvió a estar estropeado, aunque creo que siempre lo estuvo, y el mejor momento fue cuando estuve haciendo lavadoras con todos los trapos del local, porque te metes en un sótano rollo búnker en un estado de aislamiento total y te dedicas a doblar paños, muy relajante y bonito para conseguir sentirte alineado, pero no ves a nadie. Tengo que agradecer a mi curro que gracias a ellos le haya cogido fobia a la gente y a los putos bares.

Una vez en la superficie vuelves a servir a esos turistas americanos que dicen las cosas como si lo supieran todo. Le comento a mi compañero el Drogas que se nota que los yankees están en crisis, porque han dejado de dar propinas, pero parecen más contentos, porque con Obama todo va a cambiar. Igualmente siguen sin darse cuenta de que nos caen como el culo.

Entonces entra un ruso con un amigo y me ordena que le ponga una cerveza. Hago ver que no le entiendo. Supongo que mi amigo Wladimir Kaminer no tendrá huevos de comentar nada sobre el capullismo endógeno del ruso berlinés, ese ser retrógrado que se alimenta a base de latas de Soljanka compradas en Aldi pero que se comporta como un cacique cuando entra en un bar. Basta con cobrarles más caro para que no vuelvan. Normalmente no miran la carta. De hecho no miran nada que no esté en cirílico. En cuanto el hombre con forma de bola sale por la puerta pienso que el mundo es un lugar jodido: hay rusos y americanos, gas y petróleo. Muy chungo.

1 comentario:

MARY dijo...

Tienes un blog muuy chulo y lleno de encanto. Mis respetos.
Saludos!!!