miércoles, 7 de septiembre de 2011

Berlín. La ciudad por siempre dividida. El falso refugio para artistas de tercera. El vomitorio de Erasmus y estudiantes hasta los cuarenta, la lavadora de dinero que provenga de todo fraude imaginable. La hipócrita moralista que se pone por encima de Bruselas. La cueva de osos. La magnífica y vasta llanura para los más ruinosos proyectos arquitectónicos que se salgan de un presupuesto. La esperanza alcoholizada de Europa. La ciudad está en plena campaña electoral. Los candidatos son sucedáneos de una clase política devaluada, sin ninguna clase de carisma y con un programa basado en dar pan y más circo.

Servidor se dejará caer por las urnas porque también le afectan y no para votar a ninguno de los grandes grupos. Es una buena ocasión para lavar conciencias y seguir teniendo el derecho a criticar una ciudad en permanente estado de quiebra y con numerosos casos de corrupción. Para la Doctora Merkel va a ser una muestra más de su continuo declive, puesto que su partido no ha parado de pegarse batacazos en los últimos comicios, llegando a perder feudos históricos.
Son cosas de la polis y aquí todos son muy democráticos, a la ateniense, pero la Atenas de verdad se encuentra por la gracia de mi querida Alemania pasando por un túnel sin fin y con un ambiente jodido, romántico y revolucionario. Las calles de aquí no arden, pero hace cosa de unos meses se detectaron altos niveles de radiación en la zona de la Stargarder Strasse, que es donde suelo desayunar al salir del trabajo. Yo no noté nada, pero últimamente me está dando por escuchar Dyango y empiezo a pensar que posiblemente algo realmente ocurrió, porque por si había alguna duda, a mí Dyango no me gusta, pero lo tengo todo el día puesto.

Estuve trabajando de extra en el rodaje de una película española en el barrio de Kreuzberg. No hice gran cosa: estar todo el día sentado, leyendo, hablando con otros comparsas que lo habían llamado del casting y viendo como los cámaras iban mareados de un sitio a otro y se tiraban horas para filmar cinco minutos de peli que después no convencían a la directora. Al final yo ni salgo, porque nos dieron las nueve de la noche y ya era hora de recoger, así que me dieron el dinero y me fui para el otro trabajo, el del bar, donde mep asé haciendo caipirinhas toda la noche. Se ve que es una película romántica para jóvenes, un producto poco exportable, y que en un par de años va a quedar obsoleto, pero me lo pasé bien.

Luego empecé a también a hacer de guía turístico. Es divertido, un trabajo limpio, hablas con gente de distintos países. Paseas, ves los monumentos. Me gusta.

Y además están los sets de Dj, que están funcionando. Como de costumbre intento encontrar salas de fiestas con más renombre, sacar más ego y dinero. Pero no lo hago tanto. El tiempo libre es más importante y lo tengo para escribir. Empecé un nuevo libro porque el otro siempre está ahí dando por saco y no hay manera, se alarga tanto como las obras de la Sagrada Família, por lo que me metí con una historia que no me diera demasiados quebraderos de cabeza y simplemente me diera margen de acción. Además la escribo a mano en un cuaderno y siempre en lugares distintos. Tengo un par de sitios fijos a los que me gusta ir en parte porque no hay nadie y ahí hago lo que me da la gana, además me permiten la posibilidad de salir del distrito de Pankow, que es donde el pasado año estaba casi siempre. El verano no ha sido nada del otro mundo. Casi sIempre con chaqueta y a veces pasando frío, pero he aprovechado para moverme y dejar que las ideas fluyeran. Ha funcionado.

Se están haciendo cosas, eso es bueno.