viernes, 28 de mayo de 2010

Los hermanos Sass

Si los hermanos Grimm vivieron reformando la lengua alemana y escribiendo cuentos de hadas, los hermanos Sass fueron la pareja de delincuentes más célebre del Berlín durante los violentos años 30. Su epopeya, que se resume en tiroteos, butrones y asaltos a las cámaras acorazadas más inexpugnables, es tan memorable como la de sus contemporáneos americanos Bonnie Parker and Clyde Barrow, los asaltadores de bancos que durante la Gran Depresión se convirtieron en héroes por parte de los millares de ciudadanos que de la noche a la mañana se habían visto expropiados de todo.

En Alemania las cosas eran todavía incluso peor, puesto como algunas veces ya he comentado, la gente incluso empaperaba la casa con los billetes de la República.
Los hermanos Sass se habían criado en las inmediaciones del barrio obrero de Moabit, en lo que después sería Berlín occidental. Ambos trabajaban de mecánicos en el mismo taller de reparación de viejos autos en condiciones bastante malas hasta que la extorsión que ejercían las pequeñas bandas locales sobre el pequeño negocio los puso con la soga al cuello. Entonces pasaron a adoptar métodos tan poco convencionales como contundentes, entrando a golpe de martillo en el floreciente y turbio mundo de la criminalidad que se adueñaba de la vida en la capital de la República de Weimar, encontrándose al cabo de muy poco completamente inmersos en ajustes de cuentas contra los que envidiaban su rápida escalada criminal, puesto que en poco tiempo los Sass habían reventado de forma limpia las cajas fuertes dotadas con los mejores métodos de seguridad con una facilidad pasmosa gracias a su habilidad con las herramientas. Desvalijaron bancos y masacraron a la competencia. Sus aventuras han sido llevadas al cine en diferentes ocasiones, la última en 2001, pese a que su final es distinto, pues en el film los Sass son cosidos a tiros por las brigadas pardas de la SA como represalia tras el el veredicto exculpatorio por el robo de los fondos del partido nacionalsocialista. La escena final en la que ambos hermanos ruedan por las escaleras cuando están esperando el coche que los tiene que llevar hasta Hamburgo para embarcar a Kopenhagen, en realidad no sucedió. Los Sass se fueron a Kopenhagen en cuanto los nazis tomaron el poder, pero la policía de ese país los registró y los enviaron a Alemania, donde les cayó una sentencia de 13 años en el campo de concentración de Sachsenhausen, que es el que se encontraba en las mismas afueras de Berlín y que serviría de modelo para todos los demás campos que se empezaban a construir. Ahí aguantaron hasta su defunción el 27 de marzo de 1940, asesinados por el que más tarde se convertiría en el comandante de Auschwitz, Rudolf Höss.





Sobre los Sass existen numerosas leyendas, tanto por la bravonería del mayor, al que le gustaba codearse con la alta sociedad y aocstarse con las mujeres de los financieros, como por las extravagancias del pequeño, que tenía por costumbre comprar montones de zapatos debido a que siempre había tenido que andar casi siempre sin suelas y tenía pánico a que algún día volviera a quedarse sin calzado. Circularon también algunos chistes, como el de quienes fueron los peores criminales en cuanto Hitler llegó al poder: S.A.S.S. (las S.A. y las S.S.).
La película la recomiendo, por supuesto. Ha sido de las pocas veces que el gordo del videoclub me ha felicitado por lo que le alquilaba. En cuanto a la casa donde nacieron, se puede visitar hoy en día si se va a la Birkenstraße 57, pero hay que ir a la vivienda trasera que hay más allá del patio, porque su casa, como la de tanta gente de aquí, no daba a la calle. Algunos de los bancos en los que robaron todavía existen, tanto físicamente como la institución. La sucursal del Deutsche Bank que hay cerca de su casa fue la primera que atracaron. También asaltaron el Dresdner Bank de la caller Budapest. En Kleiststrasse 23, ya en Wittenbergplatz, lograron su mayor hazaña: los dos millones y medio de Reichsmarkt del partido nacionalsocialista. A los que les apetezca algo más gastronómico y más céntrico, entonces les recomiendo que se tomen un café en el lugar donde los Sass se encontraban con las celebridades del momento. Ni más ni menos que en el Lutter & Wegner de la Gerdanmenmarkt, uno de los puntos más postaleros de esta ciudad y para muchos una de las plazas más bellas de Europa. Los que hacen los tours turísticos os explicarán muchas cosas de las dos catedrales gemelas, pero aunque os lleven a comer algo en el Lutter, no se les ocurrirá explicaros que ahí estuvieron los Sass de copas con nocturnidad y alevosía.

sábado, 15 de mayo de 2010

Forgotten Pub/Cuentos de Prenzlauer

A veces, los guerreros de la belleza se construyen sus templos en garajes llenos de polvo. Allí se entrenan para matar al Leviatán.
Madame H.

Como dije en el capítulo anterior, me despedí de mis monstruos en la parada del tranvía, pero éste hizo el recorrido inverso, hacia un sector de la ciudad que en realidad no conocía. Iba cargando las radiografías y los pasajeros parecían ilustrados en tinta negra igual que en los viejos cuentos infantiles, rostros exageradamente grandes y curvos como los raíles que giraban en torno la cuadrícula de edificios. Al bajarme en la última parada un negro tocaba el piano al lado de una alcantarilla mientras ocho títeres en fila le hacían los coros. Nunca supe que el teatro para locos estuviera al sur de la sinagoga, es más, seguramente había sido todo un sueño como tantas de las onirias que se suceden en este cuadrante, pero Pasolini ya me advirtió cerca de Monbijou que los poetas son los únicos que pueden hablar de la decadencia a través de la fábula.







Y si escribí algo peor que a Contrapelo, fue porque en la larga huída del infierno no encontré a Virgilio en ninguno de los recintos, sino al autor de la divina mímesis filosofando con un cínico Antonin Artaud sobre universos apocalípticos y comportamientos delirantes.

- Lo ves? -Me decía Pier Paolo, aprén de Cartago y escribe algo así en "Irreverencia" y verás lo cerca que llevas la vida a los mortales.
- Las llamas. Las llamas - me recordaba Artaud como si no me hubiera aprendido la lección- el fuego que arde pero que no se consume.
- Y esta música ? Y el puente cerca de Hakescher Markt? - pregunto sorprendido.
- Oh ya lo conoces- me comenta Antonin - Ahí está el local donde empezaste hace más de un año. Y al otro lado...bueno, eso también lo conoces, porque te habían hablado de ello, pero creo que todavía no estuviste ahí.
- Eso es como la casa de Merlín
- interrumpe Pier Paolo- Siempre aparece en el lugar que menos imaginas.
- ¿Entonces eso es el...?

Basta con que mires el letrero.
Así que cruzo Monbijou y la isla de los museos. Las arcadas de Hakescher Markt aparecen semidesiertas con sus ladrillos rojos. Fornidos prusianos empujan toneles de cerveza que hacen bajar por una rampa hasta el sotano de lo que sería el típico pub que te encuentras en una de las callejuelas de Edimburgo cercanas a la royal mile. A mi izquierda el mimo se queda erguido, el bombín sigue en el suelo esperando que le lluevan monedas con las que comprarse otra botella, pero al verlo me di cuenta de que traicioné la causa por la que él luchará hasta que su pudra de frío en alguna de esas arcadas de Berlín o al lado del carrusel de Montmartre, quien sabe, pero antes de ponerme a ver como los expresionistas pintan su cadáver y extrañe la Barcelona anarquista que nunca conocí, me meto dentro del Forgotten Pub, casi a tientas mientras mis ojos se acostumbran a la poca luz deleitándose con el brillo de los cuadros antiguos que reflejan los mitos artúricos en la pared de la izquierda mientras a mi derecha unas vitrinas contienen un montón de libros polvorientos con títulos de los que nunca había llegado a tener idea de que pudieran existir y que parecían prometer grandes historias, la mayoría dignas de ser contadas en los cafés como hacían todavía los rapsodas serbios a principios de siglo o como hacía mi maestro Fernando cada vez que encontraba el momento perfecto.
Al hombre del bar ya lo había visto de niño dibujado en las baldosas de una bodega catalana. Aparecía al lado de un porrón, el mismo bigote y el mismo pelo negro reluciente peinado con la raya enmedio, pero aquí estaba limpiando jarras de cerveza y con un ojo bizco, pero me reconoció.
- O vaya, por fin usted por aquí. Pase, se va a alegrar de verle.
Era como encontrarse dentro de un sello de colección. No sabría como decirlo. El caso es que en el trastero se amontonaban todos los objetos y sentada en el tocador, Madame H. encendía su boquilla mientras hacía una nueva pausa a sus lecturas. Un papel doblado era dejado en el joyero donde según parece guarda todos los secretos que la gente le cuenta, pero al parecer jamás escribe los nombres. - Me alegro de saludar a una vieja amiga.
- Me alegro de volver a verte.
- La verdad es que tampoco sé muy bien lo que debería decir. No esperaba que fuera a encontrarte aquí, la verdad.
- Ya te dijeron que este bar tiene muchas puertas, por qué nunca creíste que pudiera haber una cerca de ti?
- Siempre tengo la sensación de no saber muy bien lo que está pasando, pero al final prefiero mirar a otro lado por no querer insistir más y me pierdo la mitad de todas las cosas que me hubieran podido servir de ayuda, pero la vanidad...
- Ah la vanidad...mi querido amigo, al fin la asumes.
- Creo que no me queda más remedio. Madame, ya véis con que facilidad he acabado asemejándome a esos personajes que tanto criticaba, el mismo desprecio por ellos es el que me ha llevado a igualarlos.
- A sobrepasarlos, incluso.
- A sobrepasarlos... también. En fin, he dado muchas vueltas y no he conseguido gran cosa. Aún.
- De nuevo la vanidad, Smoboda... En fin, sé que si vienes aquí vienes para acabar haciendo lo mismo que todos los demás. Vienes a buscar algo perdido, no?
- Bueno en realidad podía venir a encontrar muchas cosas, pero creo que mejor que se queden donde estén. Llevarlas conmigo sería arruinarlas.
- Eso es lo que crees tú.
- De todos modos siempre quise tomarme una copa en este sitio. Ella también estuvo una vez aquí, verdad?
- Sí, pero de eso sabes que no podemos hablar.
- Cierto. De todos modos veo su máscara: es la que cuelga ahí. Conozco esa máscara porque era su favorita.
- Así es, Nihm.
- Tu y yo la conocíamos y eso fue un regalo. Ninguna mujer pierde una parte del rostro y eso que está ahí es mucho más que un objeto y más que una sombra, era algo que formaba parte de ella.
Empiezo a servirme una copa de la botella de cristal translucido.
- ¿Y qué has estado haciendo?
- He intentado escribir. En realidad he bebido bastante. Bueno, era como viajar todavía más, una forma de ver los palacios del pretérito a través de las mentes de personas muertas. Es un juego peligroso, lo sé, pero yo lo hice porque buscaba una belleza superior. La vanidad. Otra vez. Llegar donde no hubiera llegado nadie. He estado encerrado en un largo sueño en la lejanía del monte purgatorio imaginándome dentro de los libros que ella no pudo escribir, pero de los que tanto me hablaba, tan sólo con la esperanza de ser capaz de continuarlos algún día para que no quedaran perdidos. Pero por ahora no he logrado hacer nada. Las palabras siguen arrastradas por las corrientes del Lete. - Libros... Precisamente aquí hay un libro que sé que es para ti. Este es el objeto que en el fondo venías a buscar. Los cuentos son importantes. Tú mismo lo has dicho. Incluso has dicho que muchas épocas de tu vida parecían un cuento.
- Sí, es verdad. Lo digo cuando todo me recuerda mucho a alguna historia. Entonces es cuando empiezo a comprenderla de verdad y el cuento pasa a gustarme, porque soy de los que no les gustan esas historias idiotas, pero después me doy cuenta de que en su día no lo supe leer bien, porque.. sabes una cosa? nunca se me ha dado bien escuchar a los demás.
- ¿Entonces querrías este libro?
Y veo como Madame H me pasa un volumen que me resulta familiar, unas tapas viejas que se caen a trozos, unas ilustraciones preciosas, mi lengua materna llena de anacronismos.
- Gracias Madame.- Y después de acabarme la copa le digo muy seriamente - No quiero ser un muñeco toda mi vida. Y estoy cansado, muy cansado. Creédme.
Madame saca una última bocanada de humo. Todo se desvanece como en un sueño. El libro no está al lado de la cama ni en ningún lugar del cuarto. Yo había estado poniendo música toda la noche en la Prenzlauerdead party. Personas amontonadas bailando, los discos amontonándose encima la mesa y los compacts entrando y saliendo, el volumen inauditamente alto, el clima de puro fervor. Fantástico. Llegué a casa arrastrando la maleta cuando ya se había hecho completamente de día, me quito las botas y me tiro encima la cama con toda la ropa puesta. Al despertar Gunnar hacía rugir la máquina de café, estaba lloviendo y el libro no aparecía por ninguna parte. Tampoco existe ningún Forgotten Pub, o más bien sí que existe y todos vamos a él alguna vez a contarle las cosas a la misteriosa Madame H cuando lo necesitamos o buscamos algún objeto que con los años terminamos dejando en el olvido, pero el Forgotten Pub normalmente no se ve. Fue una mañana muy fría.

jueves, 13 de mayo de 2010

No temas: El médico me ha dicho que eres tan bello por fuera como por dentro.
En mi vida había visto unos análisis tan perfectos: Todas las pruebas indican que mi salud es muchísimo mejor de lo que estaba en Barcelona y que puedo quedarme tranquilo. Me despedí de mis monstruos en la parada del Tram casi enfrente del Tacheles, esa muela picada que vivió tiempos mejores cuando se las daba de comunidad artística, hoy un recinto para que algunos pijos desaliñados tengan sus talleres de escultura de hierro colado al aire libre o puedan drogarse entre burdas pinturas, butacones llenos de mierda y música chill out. Al otro lado las cúpulas doradas de la sinagoga, empotradas en la famosa calle donde la noche deja que las golondrinas se posen en el bordillo. Al fondo la eterna torre de la televisión, eterno espejismo de lo que fue la capital del futuro socialista. Los fantasmas veían como su tiempo expiraba igual que la fecha de un contrato de prestación de servicios y optaron por disgregarse de la misma forma que habían venido, cansados de si mismos. La ciudad por una vez tenía luz propia, incluso en lo más profundo del gris. Porque ya lo ves Smoboda, la ciudad te devuelve lo que te quita, así es Berlín.
Subes al M1 sin poder disimular la alegría en el rostro, te tomas tu tiempo hasta llegar a casa, te cruzas con tu compañero de piso que está haciendo el reparto con el uniforme de los que lo explotan y le recuerdas que tenemos una lata nueva de café.
Yes man, coffee and cigarrettes, that's the secret.
Iggy Pop.
Intentas entender lo que dicen los periódicos. Comentarios sobre las elecciones en el nudo industrial entorno a Düsseldorf y llave de vuelta para el gobierno de Merkel, los ataques en las guarderías en china y la psicosis creada para que aumenten los efectivos de seguridad en un país donde el descontento empieza a verse en acciones criminales que hasta hacía poco eran propias del mundo occidental. Pero al fin y al cabo, los chinos llevan casi 30 años con un sistema sanitario privatizado y con un gran número de escándalos. A los locos los encierran sus parientes en un cuarto o incluso en jaulas, porque no pueden pagar ningún tipo de atención. Los que están solos simplemente son bombas en potencia que acaban legitimando la acción coercitiva de un estado famoso por ser uno de los más represivos del mundo y en donde la vida apenas es considerada. Sin embargo son el gran gigante económico pese a que los pies los tengan de barro. Los periódicos sólo son manchas de tinta donde se dice sólo lo que se puede decir y un montón de asalariados se comportan con profesionalidad, pero sin profesión, puesto que sólo son media workers y la verdad es que me cansan bastante, pero por otro lado sé que no deberíamos acostumbrarnos a vivir demasiado despegados de ellos. Es más saludable olvidarse de la tarjeta o de la basura que te pasa la tele o que circula por la red, pero actualmente ya no sé lo que significa la libertad y todos los que presumen de ella me parecen más esclavos que los demás, porque acaban haciendo no sólo lom ismo que el resto de los mortales sino que lo hacen peor.
Por norma deberíamos a empezar a pensar que todos estos seres alternativos se convierten en gente sin alternativa.
Esta noche es la fiesta Prenzlauerdead, tantas veces anunciada. Algunos ya me han dicho que montarla en festivo es arriesgado, sobre todo cuando todos trabajan al día siguiente. Y yo respondo: ¿quienes son todos y desde cuando aquí trabaja alguien? Sólo conozco turistas, estudiantes, desempleados y camareros que en cuanto terminan el turno o el aburrimiento termina con ellos se cogen la gran borrachera antes del amanecer. Otros me han dicho que la competencia es demasiado fuerte y quiero pensar que toda competencia es concurrencia. Somos una opción más. Eso ya es un valor seguro si los que vienen salen contentos. Si esta fiesta sale más floja, la próxima será mejor, pero es la primera vez que estoy tranquilo y no me matan los nervios. Llevo días preparando nueva música y tengo muchas ganas de ponerme delante del mixer.

viernes, 7 de mayo de 2010

Esta fue una de mis series favoritas. El fascinante mundo de Francis Urquhart, tan grandioso como bajo, el espectro de una sociedad opulenta a través de los ojos de un político resentido que se propone hundir a su propio partido con el objetivo de convertirse en el Primer Ministro de la Gran Bretaña. Realizando una astuta jugada tras otra, esa mente fría y sin moral alguna subirá peldaño tras peldaño a través de su perverso savoir faire y su buen conocimiento de como comportarse en política, demostrando que todo es como un inmenso castillo de naipes, capaz de venirse abajo con un parpadeo, mediante un sólo golpe sutil.



Noche de perros.
No hay algo que perjudique más el carácter de los berlineses que los constantes altibajos de un microclima que ha sido ya varias veces objeto de estudio, porque tiene de todo menos constancia. Caballeros, estamos en pleno mayo y hay que volver a poner las estufas. Los versos escáldicos ya hablaban de tres crueles inviernos como preludio del Ragnarok y los catastrofistas, que en la capital alemana forman una auténtica legión no paran de comentar que en el 2012 la supernova va a acabar con todo y que los mayas eran unos tíos muy listos porque lo han calculado mejor que Nostradamus y San Malaquías. Además todo el mundo sabe que desde que murió Michael Jackson, seguramente por saber demasiado, las cosas ya no volverán a ser lo que eran.
Pero el caso es que por desgracia esta noche solamente he encontrado locos y gilipollas a lo largo de la línea M1, es decir, desde Prenzlauer al centro y eso me ha hecho pensar.
Ayer ya la lié bastante intentando sacar una butaca de mi habitación en la que había más pulgas y polillas que en las posadas de los cuentos de Marcel Schwob. Y lo hice porque organicé una cena con un montón de comida y no sabía donde meter los platos y la gente y además tenía que ser todo perfecto y lo que no podía ser era tener una butaca más grande que la puerta atorada en mitad del cuarto y del pasillo mientras la olla hervía y el horno estaba al rojo vivo, el teléfono sonaba y yo pensaba que iba a ser el fiasco del año hasta que a base de golpes y patadas el puñetero trasto salió de ahí y lo arrinconé contra la puerta justo a tiempo para apagar los fogones y contestarle a Gunnar que me llamaba para que usara su espacio. Los invitados llegaron cinco minutos después de que tirara la butaca por las escaleras y que esta se estrellara en el rellano contra la puerta de la guardería que hay en la planta baja, y al ver aquello me comentaron que la gente estaba muy mal dejando los muebles de cualquier manera por el edificio como si aquello fuera un campamento gitano, a lo que contesté que sí, que tenían razón y que menuda vergüenza de gente y que bueno ya se sabe que aquí todo el mundo recoge cosas de la basura pero que eso de dejarlo todo por ahí tirado tampoco era plan, con lo que les ayudé a cargar los trastos y al cabo de un rato tuve la casa a tope y aquello pareció Londres, porque había tanto humo que ahí nadie veía una mierda. Gunnar llegó más tarde y me felicitó por haber tirado la puta butaca y yo le contesté que fuera a la cocina a traer más vino, entonces todos comimos hasta no poder más y nos pusimos a hablar de cosas aburridísimas y que no le importan a nadie como la huelga general en Grecia o la miseria de sueldos que se cobran aquí en comparación con Francia. En cuanto nos pusimos a charlar de clubs y de música, las chicas pusieron cara de menudo coñazo que nos habéis montado y os odiamos porque preferiríamos hablar entre nosotras de pollas o de los ridículos que podéis llegar a ser en lugar de aguantar las chorradas estas de la política, Dj's y la puñetera música, con lo que al cabo de un rato se marcharon todos y quedaron un montón de platos sucios en el fregadero mientras por la ventana ya empezaba a entrar el aire gélido con el que me he levantado esta mañana. Bajando con el M1 rodeado de vejetes silenciosos y viendo que volvíamos a estar como en marzo, me encuentro que la ciudad volvía a ser una película en blanco y negro sobre la guerra fría. En cualquier momento el tipo que se sentaba delante mío se habría girado y hubiera tenido a Orson Welles diciéndome eso de "cuando se viaja solamente existen dos clases de emociones: el aburrimiento y el terror" guiñándome el ojo. Así que me bajo una parada después y me voy al médico como quien tiene que pasar por el confesionario.

Como siempre con un miedo atroz. Debería decir que aquí los médicos parecen funcionarios del registro: apenas levantan la vista del formulario. Evidentemente después de diez minutos de sala de espera quise levantarme para largarme del sitio porque estaba ya blanco como la leche y a punto de que me diera algo, y es eso que te lo piensas y te dices "no, hoy no", pero la persona que te acompaña te mira sin creerse lo que estás haciendo y ya estás como Jordi Pujol respondiéndole "ara no toca" y joder si tocó, porque la enfermera ya me estaba llamando para pasar por la consulta y yo quería arrojarme por la ventana como cuando algunos se enteraron que habían construído el muro y les tocaba la zona chunga.
- Oye no seas niño.


- Por qué no? Los Rammstein con lo cuadrados que están se ponen a llorar en el dentista.
- ¿Tu eso de donde lo has sacado?

- Lo sé porque la practicante es amiga mía y los ha tenido ahí. Eso pasa siempre con los tíos que son tan machos, que a la hora de la verdad siempre se deshinchan...



- Qué cojones pintan los Rammstein aquí, quieres hacer el favor de entrar?

En esos momentos mi cara había pasado del blanco a la mutación de un yogurt. Incluso perdí todas las fuerzas y no, no quería entrar. De golpe me vi otra vez pequeño y con los pantalones cortos, el peinado ese cutre de cacerola que llevábamos todos los niños de la era parchís y sólo faltaba mi madre diciéndome que si me dejaba poner la vacuna me compraría un click de playmobil o un coche de Lego. Qué fácil era la vida cuando Torrebruno era nuestro mejor amigo. Años después te lo tienes que pagar todo, vas de culo todo santo el día, te enteras que la mitad de los de Barrio sésamo han acabado yonquis y estás en una ciudad donde todo el mundo tiene mala leche y está tan hecho polvo como la economía española. Un desastre, vamos.


El médico fue muy amable, pero al darme la mano casi me desmayo porque ya había hecho demsiado entrando en el despacho y contesté que sí a todo aunque entendiera la mitad y claro quisieron sacarme un montón de pruebas, pero cosa curiosa, ha sido la primera vez que voy a un sitio a hacerme la revisión y lo primero que me dicen no es " ¿Y cómo se llama usted?Ah muy interesante... Bájese los pantalones por favor, le voy a tomar la respiración". Así que salí de ahí más cadáver que otra cosa después de dejarme sacar unas cuantas garrafas de sangre y bueno, la cara de Buster Keaton la he llevado el resto del día, me he puesto a hacer playlists de música indie para cuando me toque pinchar en un local poppie y después fui a recoger más flyers y a hacer el reparto. Entonces volvió a llover y sólo había gente rara. De noche salen los bichos.Una chica pelirroja estuvo mirándome fijamente durnate todo el trayecto en la U Bahn. Al bajarme, bajó conmigo y me paró en mitad del andén para preguntarme como me llamaba y decirme que era muy guapo. La última vez que alguien me dijo algo así fue porque se pensó que yo era una chica, así que no cuenta y evidentemente ésta estaba mal de la cabeza, porque me dijo que quería ir conmigo y yo llevaba un paquetón de flyers que pesaba como una vaca en brazos y le dije que no, que muchas gracias pero que no. Entonces me siguió diciéndome que no podía dejarla ahí en mitad del andén y me acordé que una vez dejé a una chica tirada en mitad de un andén y que en otras dos ocasiones me dejaron tirado a mí, con lo que no estaría mal que algún día hiciera el empate contra el otro sexo, pero yo le dije que no la conocía de nada y que la vida no es como las películas, entonces se puso a llorar y yo ya veía que eso iba a acabar muy mal por lo que dije adiós y me fui escaleras arriba mientras me gritaba. Reparte los flyers que yo te espero aquí. Eso sonó como esas historias japonesas de mujeres locas que de viejas siguen esperando al primetido que nunca volvió en el mismo banco del parque o en el portal de casa.


La vida tiene cosas siniestras. Berlín es siniestro por antonomasia.

Tino Casal ya dijo eso de noche de perros por la ciudad entre el frío de la lluvia glacial. Y curiosamente la escribió en cuanto le dieron de alta del hospital en el cual se quedó aislado del mundo.

La temperatura seguía bajando y la gente iba haciendo cosas más raras.

En el Sage club, que no es otro que el famoso Kit Kat club que sale ne todos los reportajes pero que una vez a la semana ponen rock y no hay nadie en pelotas ni hay travestis que te aten en la cama mientras suena tecno, había otro repartidos de flyers que se había quedado en la puerta. Evidentemente me dejaban entrar, pero sin los flyers. Puñetera gracia. Todo Berlín está en el Sage los jueves. Hay tres pistas, tiene el morbo de ser una fiesta normal en el local del Kit Kat y la música está bastante bien. Pero los flyers se quedaron en la puerta, así que yo también. Entonces doy media vuelta, cojo la U8 para bajarme en Rosenthaler y hacer el cambio con el tram. Hay una mujer tan obesa que no cabe en los dos asientos. Su barriga es como la de un gran buda que no ha llegado a ninguna revelación más interesante que la bola de caramelos que devora sin respirar. Un viejo marica con un pañuelo gris en el cuello le pega bronca a una mujer mientras se lava unas gafas redondas y se retoca las puntas de un bigote que brillaba de tanta cera que le había untado antes de salir de casa. Una pareja de empapaba la mitad del vagón andando de un lado para otro y al salir a la superficie un grupo de ocho góticos me piden los flyers pensándose que hay descuento. Una vez en la Rosenthaler, algo familiar, los chinos que comparten su restaurante con los turcos que hacen Döners en la otra parte del local, el vendedor de periódicos con un montón de marcas de tabaco en las estanterías y los hostales de los que salen adolescentes borrachos que terminana vomitando en alguna acera. Me desvío a la Torstrasse y me meto en el CCCP. Dejo unos flyer y vuelvo a ver a la camarera que esta vez tenía una compañera nueva, española. Vladislav está mirándome con la misma cara asesina de la última vez hasta el punto que creí que era una foto, porque estaba sentado en la misma silla y llevaba la misma ropa que hace dos meses. Al salir voy a bordo el M1 en dirección al país de los juguetes y serpenteamos Prenzlauer comiéndonos en medio minuto la Kastanien Allee.







Me bajo dándome cuenta de que sólo hay gente rara, punks pidiéndote dinero, ancianas encorvadas cargando bultos en carritos de la compra y perros pulgosos. Y cerca del primer quiosco de currywurst que hicieron en el barrio, coincido con Gunnar cruzando el paso de cebra. El tío volvía del trabajo y su rareza le devolvió un poco la normalidad a la atmósfera, pero él también coincidía con que tan sólo se veían tipos extraños.

martes, 4 de mayo de 2010

"Quiero tener al hombre más poderoso del mundo, aún si tengo que cruzar el océano por él."
Basina de Turingia

lunes, 3 de mayo de 2010

Flores y lluvia. Me levanto y meto en un sobre el dinero del alquiler.
Y ella ha vuelto.

domingo, 2 de mayo de 2010

Held der Arbeit. Las tantas de la madrugada.
La calle está barrida, los árboles llenos de pájaros, las llaves tintineando en el fondo de los bolsillos, las piernas cansadas de tantas horas de pie... lo de siempre. Ya no es algo que sea tan nuevo. Luego duermes en el sofá y oyes unos ruidos. Es Gunnar, que está viendo unos vídeos en la cocina. Inevitablemente nos ponemos a hablar de como celebran el uno de mayo en Grecia. La pregunta que ayer todo el mundo me hizo es a cuantas manifestaciones fui, porque las hubo de todos colores. Lo que pasa es que tenía turno de noche y sabía que tendríamos el bar a petar. En Grecia en cambio, hubo una auténtica batalla campal con la policía y los manifestantes pegaron fuerte porque ya no estaban para tantas tonterías. Gunnar, que viene del paraíso neoliberal en el que no hay ejército porque le lavan el dinero a todos los demás, se quedó un poco chocado por la contundencia de la masa, pero debería saber que normalmente es ésta la que recibe las hostias y que todo ese despliegue de cuerpos de seguridad no era para darles la bienvenida ni para contenerlos. Lo del trabajo digno hace tiempo que pasó a la historia. Lo de estar orgulloso de ser un trabajador es una mentalidad que cayó con el muro, incluso antes, por lo que tampoco pueden esperar demasiado de la masa. Había que dejarla tranquila y drogada, aunque eso tuviera un coste enorme. Pero cuando personas sin escrúpulos llevan el país, el mío y el tuyo probablemente, entonces la avaricia rompe el saco y el saco se rompe de verdad. Yo me pregunto qué se esperaban. Hay una prórroga para arreglar las cosas y se confía más en las instituciones que en las empresas, que han demostrado ser lo que son, algo mucho más peligroso que la masa, porque ésta última casi nunca despierta, sólo en raras ocasiones y para hacer un daño terrible contra todo lo que encuentre, son momentos en que el sistema se resetea a un precio alto, seguramente con sangre de inocentes. A nadie le importarán una mierda los griegos, ni los antiguos ni los modernos, hasta que los problemas no solamente han llamdo a la puerta de casa sino que ya los tienes en el recibidor. Entonces poco se puede hacer. Recuerdo que hace años cuando se hizo algo para acabar con esos encuentros de foros monetarios, G8s y demás fraudes pagados con dinero público, patrocinios de las petroleras y otras empresas dedicadas a lucrarse con los conflictos creados, un vecino mío de profesión banquero esperando su prejubilación, miraba los disturbios de Génova por la tele (lo poco que pasaron, porque la verdad fue mucho más cruda) gritándole a los policías para que golperan más fuertes a chavales que tenían la edad de sus hijos como quien está animando a su equipo de fútbol. Muy bonito. Hoy el dinero se ha evaporar gracias a esos mismos, los hijos no podrán ni jubilarse y tendrán trabajos de mierda, medicamentos más potentes para pasar las depresiones e inmigrantes a los que odiar. Una masa drogada durante tanto tiempo está enferma y es inútil, pero no es imprescindible. Al contrario. Estamos perdiendo todo aquello por lo que se luchó. Estoy viendo como algunas ideas empiezan a arraigar en todos los estratos sociales: la decadencia de las sociedades se debe no a la vanidad sino a ciertos vicios que han acarreado la descomposición de la familia: abortos, bisexualidad, enfermedades de transmisión sexual, como los griegos y los romanos, aunque nadie tenga ni puñetera idea de lo que hicieron esa gente durante tantos siglos, pero para muchos estaban siempre follando en grupo y vomitando y diciendo que los dioses no existían... de esta manera, Spengler y otros secuaces, más que filósofos pasan a ser profetas y todo lo que sea regresión ya no es algo tan mal visto. Puritanismo e imperalismo son manifestaciones de grandeza, porque el pasado está olvidado y somos libres de culpa, por lo que se puede volver a algo que por no conocer se idealiza porque las ideas son indestructibles mientras exista mente.
En los años 30 los primeros de mayo fueron siempre violentos, porque en sociedades que no eran participativas esa jornada constituía la válvula de escape de un descontento real, pero ese carácter se había ido moderando con los años porque ne cuanto la gente tiene el filete en la mesa ya no tiene porqué ser tan combativa y al final era un día libre o de fiesta y no se reivindicaba más. Políticos y sindicatos se hacían la foto y esas cosas, pero hay que aceptar que en un día así hoy por hoy algunos quieran lanzar piedras. El problema no es ese sino el no haber querido escuchar a nadie y haber preferido darle el dinero a los bancos a controlarlos y penalizarlos. Se ha puesto claro que hay una justicia para los pobres y otro para los ricos y que el Estado no es árbitro sino cómplice a cambio de poder seguir ocupando una silla casi simbólica desde la que te echan los perros porque las corporaciones quieren a los Estados sólo para eso, para que ellos no se ensucien las manos sino que se las ensucie la soberanía nacional, esa que es aplastada en cuanto se altera por ver que ni pincha ni corta y lo paga todo. Por eso mismo no suelo decir que los serbios son malos por haber hecho eso ni los alemanes fueron muy malos ni los rusos todavía peores. Incluso intento decir que los americanos pese a ejercer de superpotencia tampoco son malos. Son una gente tan presionada por unos medios controlados por pocas manos y toda una industria recreativa como lo podamos ser nosotros. Y tienen las mismas voces críticas que nosotros y la misma poca influencia que podamos tener nosotros. Porque los excesos de sus líderes empresariales e instituciones no nos pueden llevar a meterlos a todos en el mismo saco. Ya les gustaría a esos que comen juntos en las cumbres que nos matáramos entre nosotros, porque encontrarían el modo de hacer negocio también con ello. A mi me sabe fatal lo que está pasando. Puedo levantarme del sofá porque mi compañero de piso está viendo como en Grecia se enfrentan a la policía y les prenden fuego. Creo que eso debería servir para que los que están arriba empezaran a ceder un poco y a exigir responsabilidades a aquellos que no las están satisfaciendo y que siguen especulando, ahora ya con las industrias primas, y beneficiándose de un modo grotesco. Si ven que en las calles se empiezan a repartir palos deberían poner freno a eso, pero lo que harán será poner medidas de seguridad y control porque si no lo hacen los otros los sacarán de la silla.

sábado, 1 de mayo de 2010



Sí, la chica que viene los domingos y pide una copa de vino. Esa es Paula. Ella es la que canta esto que suena ahora, pero 10 años después.


Así es la vida. Cada vez que voy a mirar discos de segunda mano me encuentro con carátulas donde no me parece conocer a nadie. Y me pregunto donde debe estar toda esa gente de las fotos, porque me imagino que deben estar como Paula tomando un vino por ahí, bastante amargados y quizás recordando demasiado la época en que sonaron en la radio o tenían un nombre. La mayoría de músicos que conozco no llegarán nunca a ningún sitio. Demasiadas cosas en juego, poca originalidad y menos fuerza de voluntad. No voy a poner demasiadas esperanzas en algo que no me va a beneficiar para nada.


Anoche fue la Walpurgisnacht, que entre muchas otras cosas, es también el cumpleaños de mi gato. También la fecha que Himmler eligió a posta para su suicidio, porque creía que... bueno dejémoslo. Y en la Walpurgis, aparte de un montón de rituales paganos de raíz céltica que por aquí tanto se llevan, otros estuvieron trabajando. Nos comimos un alud de gente inaudito, bastantes cumpleaños, borrachos salidos de una cadena de montaje, grupos de tardoadolescentes con un montón de dinero y complejos y turistas de la Easyjet que nos han visto en el catálogo mientras se abrochaban el cinturón y despegaban rumbo a la ciudad cool.


Terminamos a las tantas y más, jodidos por unanimidad y con una fuerte sensación de asco compartido. El uno de mayo lo trabajamos también. Y mañana una vez más. Veo al tío del videoclub desde la ventana tomándose algo en la terraza del Film café. Ese trabaja los siete días de la semana y se ha tomado tres de vacaciones por primera vez desde que abrió el sitio. 3 días sin Dvd's o mirando el último hasta saberme los diálogos de memoria. Creía haber visto todas las pelis relacionadas con Berlín y el muro, pero que ingenuo, no me di cuenta de que el cine alemán está lleno de títulos relacionados con Berlín, el muro y todo lo que pasó después. Además existe toda una filmografía sobre la DDR para nada despreciable, porque hacían películas que tenían su gracia, pero hay que tener en cuenta de que aquello fue una dictadura muy represiva, con lo que había que partir del hecho de que todo lo que salía de ahí pasaba por censura y más censura. Por suerte los dictadores de ese satélite soviético no tuvieron demasiadas pretensiones artísticas porque estaban demasiado ocupados persiguiéndo y haciendo desaparecer a aquel que tuviera ideas distintas a las del partido, y es por eso que no existe ninguna versión alemana de esos bodrios ibéricos llamados "Raza" o "Fuerza", escritas por alguien que le gustaba practicar la caza y fabricar pantanos, y podemos decir que en la DDR a veces se llegó a hacer buen cine con aquello que les dejaron hacer y que en España bajo aquel Caudillo por la gracia de Dios también si uno se pone en serio a mirar. Pero el caso es que estoy en Alemania y me interesa ver todo lo que se ha hecho aquí sea de un lado o del otro.

Unos van a conciertos, otros se pasan el día de fiesta y yo me paso por la videoteca y las tiendas de discos de segunda mano. Cargo cajas de cerveza para permitírmelo, incluso trabajo un primero de mayo, cosa que va en contra de mis muy pocos principios. No sé a cuanta gente le da todavía por leer cuentos. Los cuentos son muy peligrosos si los escuchas demasiado, porque entonces nosotros nos acabamos comportando inconscientemente como bellas durmientes y o príncipes calzando zapatos, pero si no los hemos escuchado todavía puede ser peor.

Un amigo mío estuvo de tour por Italia poniendo música en distintas discos. Se fue con un par de mudas y el portátil con toda la música dentro para cuando tuviera que trabajar. El caso es que se encontraba en Venecia, una ciudad llena de magia hasta el punto de haberse convertido en un hechizo borrado por miles de turistas que algún día dejarán esa joya bajo las aguas. Ahí mi amigo empezó a leer Pinochio, una historia que ya conocía de cuando era niño, pero nunca había leído el libro. Y quizás porque en Venecia hay demasiados títeres y máscaras, se decidió por adquirir un ejemplar en inglés de la obra maestra de Carlo Collodi. Lo primero que me escribió fue: "aunque nos pueda resultar extraño, se trata de una obra mucho más oscura de lo que a simple vista parece". Y le doy la razón.


Siempre he dicho que Berlín es ese lugar siniestro donde los niños llegan impresionados. Esa imagen del hombre con el carro recogiéndolos y todos apuntándose contentos. Ese tú no te subes? No seas idiota, vamos al país de los juguetes. Pinochio estuvo ahí con su amigo Espárrago y yo estoy en Berlín con mi amigo Gunnar. Es el mismo sitio. Un día algo te alerta de que esto es peligroso. Tienes un sueño horrible, en el que pierdes todos tus dientes excepto los incisivos. Te duele todo el cuerpo como si te hubieran arrancado de un vientre y despiertas gritando. Pinochio despierta con las orejas de burro y se da cuenta de que han sido engañados y que van a pasar el resto de sus vidas sirviendo de ganado.
Deberíamos leer los cuentos o evitarlos?


En la versión original la Caperucita muere violentamente, la sirenita fracasa y se transforma en espuma, el soldadito de plomo arde y Pinochio es ahorcado por sus innumerables faltas.



La cosa como siempre consiste en leer bien.
Al principio la mujercita negaba que fuese el Hada de los cabellos azules; pero después, viéndose descubierta y no queriendo continuar más tiempo la comedia, terminó por darse a conocer, y dijo a Pinocho:


--¡Bribón de muñeco! ¿Cómo has podido acertar que era yo?
--¡Es por lo mucho que te quiero!
--¿Te acordabas de mí? Me dejaste siendo niña, y ahora me encuentras hecha una mujer.


Capítulo XXV. Pinocho promete al Hada ser bueno y estudiar.

Después del cuarto café parece que todo vuelva un poco a la normalidad. En una hora vuelvo a trabajar y esta vez con la gorda. Sobre la gorda estoy escribiendo algo que no dejará indiferente a nadie: Siguiendo los consejos del Doktor, estoy apuntando en un cuaderno aparte las cosas relacionadas con Berlín y el lugar donde trabajo. Lo que el Doktor no sabe es que inevitablemente también tengo que hablar de él y hasta del tío del videoclub. Creo que de por si son todos personajes mucho más interesantes que mis cortesanos del siglo XVIII o los héroes de ese mundo distópico que estoy escribiendo bajo el nombre de Heroica.

El contador va bajando y empiezo a ponerme la ropa del trabajo como si fuera un uniforme. Camisa militar negra pelo engominado hacia atrás, colonia, y música para los minutos cruciales. Habrá que sonreír, hacer ver que eres más feliz que los demás, tomarse las cosas con mucha filsofía y esperar a la vuelta para escribir unas frases más en el cuaderno y a la mañana siguiente quizás algún capítulo, pero lo más importante, el plan para este mes, que va a ser bastante interesante.














Esta es la canción más perversa que he oído en los últimos años.