viernes, 15 de abril de 2011

Me encuentro sentado en un sofá de polipiel practicando el arte del relato corto. He encendido un cigarrillo y estoy mezclando cosas de los cuadernos, transformándolo todo en algo irreconocible.


La guarida parece otra con la luz de mediados de abril. El frío vuelve a ser cortante, las ventanas con vistas a los contenedores comunitarios tienen una fragilidad fuera de lo común. A veces parece que estás en uno de los edificios de "Nosotros", porque no tienes intimidad ni para procrear, por llamarlo de alguna forma. Y es seguro que Prenzlauerberg no aparecería nunca en un capítulo de Zamyatin, pero de todas formas indirectamente toma la dirección. Aquí todo el mundo es feliz y es demasiado haitual ver en los gestos de los vecinos esas sonrisas tan inocentes como los carácteres de la trilogía de la vida de Pasolini. Me recuerdan un poco a esos muchachos que les habían dado un Erasmus, al chico que descubre una pantalla de Bonus en el videojuego que todo el mundo descarga o esos imbéciles que están contentos porque acaban de entrar en la casa del Gran Hermano.


Es el soma, me diría Aldous tirando escéptico los dados en el backgammon. Es el sostento de todo. Desgraciadamente algún día debería decirte porque publiqué eso...

Mis maestros espirituales han sido todos pésimos escritores, pero hoy en día ya nadie duda de que su aportación ha dado para pensar a estadistas, científicos, artistas y otros haraganes. Ellos jugaron la carta del profeta. Y aunque a veces se caen del estrado, al cabo de unos años alguien los vuelve a poner en la tribuna. Increíble.


Llevo días pensando en como se ha intentado monopolizar el soma para tener a la población completamente comprada. Algunos de los pocos que vivían aquí cuando las fachadas eran grises y los de la Stasi venían a llevarte de vacaciones sin retorno a la central de seguridad que tenían en Lichtenberg, me explicaban que bueno, estaban todos tan flipados y empachados de propaganda que en el fondo no hacían falta drogas. Aquello era una alucinación colectiva, mucho más evidente ahora que cayó la DDR y se puede ver lo vergonzosamente poco que había detrás del decorado y con qué morro ejecutaban la función in aeternam. Lo más cínico es que al otro lado del muro la cosa tampoco anda es tan distinta. Y nos ha hecho falta una crisis global (la primera de las que van a venir) para que empecemos a darnos cuenta.


Aquí se habla, se dice, se piensa, pero sólo a partir de lo que se ve. Y creen estar bien. La verdad que muy bien. Lo que no sea como aquí no interesa y siempre se podrá decir eso de bueno, estas cosas no ocurren aquí.

Los bárbaros nunca saquearon nada. Roma ya llevaba tiempo corroída por sí misma muchísimo tiempo atrás. Me gustaba mucho aquel film casi épico ambientado en la época de Cómodo en el que se habla ya de caída entre el esplendor de una púrpura que más bien parecía propia de un funeral. Los bailarines, completamente borrachos de oro bailaban alegremente, pero el aire aparece terriblemente tétrico.

También en el principio de la Fundación de Asimov, Hari Seldon calcula algo físicamenteimposible, pero más que razonable y pasa por loco, porque las personas que se distancian excesivamente a la mentalidad del grupo, pierden también su credibilidad, porque lo grupal es más concebible que aquello que surge de una mente capaz de formular una tesis discrepante.


Cada vez que escribo acaricio muchas ideas distópicas por culpa del sitio en el que me encuentro. Berlín es cyberpunk y su inmenso espacio lúdico no ha logrado maquillar eso del todo, pero va bien encaminado. En cuanto a mí, necesito escribir porque a veces pienso que trabajando en los clubs, contribuyo en parte a ese escapismo general, cosa que no me gusta para nada.


Hoy la cosa va de lo mismo que ayer. Historia breve. Como una pastilla de caldo concentrado. Dá para mucho. Almenos para terminar un paquete de Cabinet que empecé en cuanto me senté anoche ante la mesa.

martes, 12 de abril de 2011

Blockiert (gracias a la Postbank)





El sistema bancario alemán pretende pasar por uno de los más sólidos con el aval que tiene ir al lado de la mejor economía europea. En realidad está lleno de mierda. Si quieres trabajar en este país de forma limpia necesitas un seguro médico. Tu pagas cada vez una parte de la cuota y tus jefes ponen el resto. Hasta ahí lo normal. Pero para poder hacerte el seguro de los cojones tienes que tener una cuenta corriente en Alemania. No te aceptan otra. Ahí empieza el follón. Te tienes que abrir una y entonces tienes múltiplas opciones para ser bien timado. A mí me lo pusieron bastante divertido. A parte de enfadarse porque no quise abrir ninguna línea de crédito, ni me dio por hacerme un plan de pensiones y ya les dije que de ingresos los mínimos, me enviaron la targeta con bastante retraso, y ahí la tengo abandonada en la estantería de los libros, muerta de asco y olvidada por todos. Pero lo peor de todo es que un día me dicen que les debo dinero porque no he metido ni un euro en el saco.


Cómo voy a deberte? Pregunto por teléfono. "Hombre aquí te cobramos por cuidarte el número." Pues vamos listos. Voy para allá a pagar y me dicen que el próximo mes seguiré debiendo. No me jodas, Me quedo con el Poker face. Pero aquí que ha ocurrido? "Usted tiene un Giroconto" Yo eso no lo pedí. Necesito una cuenta normal para pagar a la mútua, ya está. "ya, pero para eso hace falta un Giroconto, en Alemania no hay otra alternativa".


Así que al cabo de un rato ya estaba haciendo el Martínez Soria en una sucursal que tienen en le primer piso de un centro comercial intentando encontrar una solución para no tener que pagar seis euros cada mes por no hacer nada. "Hombre pues deberías ingresarme unos 1.000 euros y después estamos en paz." Y si me quedo a cero? "Entonces ya no pasa nada. Ya me has ingresado una vez y demuestras que el flujo existe. No debes nada". Pues me presento con los mil euros que tenía en el calcetín y en los bolsillos de mi nuevo compañero de piso y bueno, me dicen que por transmisión electrónica, que nada de pagar al contado. Pues pago a través de transferencia. Y me quedo sin nada, con todo mi capital de trámite. Me tengo que ir a trabajar un día extra para devolverle en menos de 24 horas el dinero prestado, por lo que sigo sin blanca a la que llego al piso. El dinero existe pero no lo puedo tocar porque está todo ingresado en la cuenta de mi novia y después todo enviado a mí. Aunque en un banco nos dijeron que pasara mañana, en el mío me sueltan que las transferencias les tardan 3 días (y esos 3 días son casi la muerte con el cinismo que encima se han cobrado una comisión por ello), así que hasta el jueves estoy sin poder sacar nada. Me quedo fulminado ante el mostrador mientras leo en los ojos del tipo de labios retorcidos eso de "gracias por confiar en nosostros", gesto que explica porqué de la noche a la mañana nos estrujaron hasta dejarnos secos. Luego me voy a la vieja que está de cajera y le pregunto: oye en tres días si tengo el dinero y me vuelvo a quedar a cero esto de que me sacáis seis euros otro mes ya no va a pasar más, no? "Eso quién te lo ha dicho? Cada mes hay que haber ingreso/s que llegue/n a un mínimo de mil" Si no... me seguiréis sacando los seis euros al mes. "Exacto" contesta sin sacar los ojos de sus formularios. Busco al yuppie que me ha metido en este fregado con el objetivo de aniquilarlo pero sólo veo su a un tipo huyendo disimuladamente por las escaleras mecánicas que hay a la salida de la entidad. La gente que acude con síndrome de abstinencia a esas galerías se amontona como plaga de langostas.


Tengo un billete de diez, medio paquete de Gauloises y la impresión de que me han dado por el culo.

Lou Reed está cantando en casa. El día se ha vuelto gris de golpe y por enésima vez estoy fregando el pasillo.


In Berlin, by the wall

You were five foot ten inches tall

It was very nice

Candlelight and Dubonnet on ice

We were in a small cafe

You could hear the guitars play

It was very nice

It was paradise


Leo en el periódico que China quiere invertir en deuda pública española, que va a poner sus intereses en el sudoku de las cajas de ahorros y que ya se están firmando nuevos contratos millonarios entre el gigante asiático y la patria de Don Quijote. En otro periódico más estiércol sobre el Banco Alemán, y lo bien que ahora va todo. Incluso se habla de crecimiento económico y de que la locomotora funciona: se va a volver a exportar mucho gracias al desastre en Japón. Pero los islandeses le dicen a Londres que no piensan pagar y yo les voy a cerrar el grifo a esos cabronazos que son los únicos del sector de servicios que cobran sin prestar ninguno.


domingo, 10 de abril de 2011

Gentrifuga2

Pese a tener muy claro que "no hay que cantar a la rosa sino hacerla florecer en el poema", sigo sin haber publicado ningún libro. Eso me convierte en un escritor bilioso y amargado. Medio año no significa ningún salto, tan sólo pasos y muchos cigarrillos. Dejo a medias muchas novelas como quien exprime naranjas a las ocho de la mañana y me quedo con lo que apunto en mi cabeza a punto de estallar: Berlín apesta a fracasos. La sociología impecable de Prenzlauerberg me obliga a tomar el M10 hasta su última parada con tal de alejarme de todo. Ya no escribo en los bares con mi cuaderno, sino que me escondo en bistrots, o dejo notas en los paneles que hay en los supermercados.

Anuncios imposibles.


Pululo por Fschain. Un clon del distrito vecino con el cinismo de creerse algo. La gente que vive ahí siempre me suelta la misma mierda. Al cabo de unos meses se tienen que largar todos porque los echan de los pisos. Gentrificación.

Nosotros la hemos creado. Nuestra pequeña aportación ha sido tan valiosa como los dividendos que unos pocos percibieron con la crisis financiera.

Incluso los antiguos edificios estalinistas están muy cotizados. Ahora es un lujo quedarse a vivir ahí. En otro tiempo el Partido te enviaba a esa ratonera con la fachada de azulejos dorados y encima tenías que dar las gracias.


Paseo por Kreuzberg, el paraíso de la diversidad: me lo encuentro a reventar de españoles con rastas, diseñadores queer, turcos cargados de chatarras, adolescentes escandinavos y gente tan variopinta que pide a gritos encontrarse con un cool hunter. Me provocan arcadas. Quizás todo eso fue mítico, pero eso es pasado.


Llevo a un grupo de valencianos por las escaleras del Tacheles. Evidentemente ya han clausurado el café y los cines y pronto lo van a desalojar todo como llevan ya años diciendo, pero es un lugar turístico y el centor social más famoso de Europa. Nada que ver con la legendaria comuna uno de la época de Uschi Obermaier. Las guías dedican párrafos y fotos a la Oranienburger strasse y los chicos me piden que los lleve ahí. Evidentemente el tour lo terminamos enfrente del Check point Charlie y para ser precisos al lado del Mc Donald's. Me pagan generosamente por la charla y tomamos juntos un Currywurst. Me resultaría difícil hablarles del futuro si no fuera porque no he dejado de creer en él.


Todo el mundo habla de una nueva zona que siempre existió. Precisamente en el norte de uno de los distritos más superpoblados: Neukölln. Debo decir que la primera vez que estuve ahí no me impactó. Fue una breve visita a su ayuntamiento. Tampoco en la segunda ocasión. Simplemente no me gustaba la zona. Pero el circuito alternativo se desplazó de Kreuzberg hacia abajo y entró en lo que era la periferia de este lugar, por lo que la palabra Kreuzkölln pasó muy pronto a ser sinónimo de cool aunque los nuevos garitos fueran lugares casi improvisados, la farándula auténtica chusma como lo fue Prenzlauerberg en los 90 y el tráfico de droga el menú del día. Para mí no hay marcha entorno a la Hermannplatz, es un perímetro tristísimo que ha tomado el relevo de todo lo interesante que dicen que aquí siempre se cuece. Pero siguiendo la regla, si todo tiene que desplazarse hacia el sur, lo mejor que puedo hacer es dirigirme hacia donde todo eso todavía no ha llegado: al final de la U8, en la Hermannstrasse. Ahí, en una zona que rodea tres cementerios y a la puertas del parque de Tempelhoff está el salvaje oeste. Existe un lugar de época llamado Rixdorf, apenas visitado, de donde proviene una de las pocos bebidas carbonatadas genuínas de esta ciudad, me refiero a la Rixdorferbrause, que es como una tónica con sabor a hierbas. Eso es como un pueblo en mitad de una mastedóntica área de Casinos y puestos de comida barata, peligrosas Kneipe llenas de perros ensuciando las moquetas y alcohólicos cuarentones con aspecto de formar parte de la decoración. Ese lugar tan horrible es territorio virgen. A un lado Rixdorf, al otro la calle Karl Marx (amalgama de todo lo inconcebible) y al fondo Gropiusstadt, de donde era originaria la famosa Christiane F. y en donde podemos observar una de las peores pesadillas del racionalismo en la construcción de viviendas.


Es en esas extrañas coordenadas donde he empezado a econtrar un nuevo refugio cuando no estoy trabajando detrás de la barra, llevado a turistas por el centro de la ciudad o pinchando en algún club. Bowie le dedicó una canción para el álbum Heroes y cada vez me doy más cuenta del porqué. No me ha importado claudicar. Era el siguiente paso. Una amiga mía sostiene que ahí fue donde él quiso ser antes que nada un ciudadano del mundo, pero yo lo único que veo ahí es una auténtica desprogramación y eso me gusta. Ese lugar no está contaminado por las tendencias y lo que me era más necesario era poder alejarme de todos esos sitios en donde todo el mundo se está exhibiendo constantemente. Ya dije que no tenía ganas de conocer a gente nueva porque en mis trabajos estoy todo el día tratando con gente. Normalmente me encerraba en la habitación cuando tenía libre para no tener que ver a nadie, pero eso no podía hacerlo siempre.


Pasar desapercibido en la nocturnidad para poder escribir algo que todavía no se ha hecho. Esta locura tiene muchos precios, pero lo vale todo.

domingo, 3 de abril de 2011

CREEP


cHace dos años era algo más que un perdedor que bailaba completamente solo todos los lunes por la noche en una pista donde se reunían personas en paro, distintas carnes de batalla, auténticos outsiders, inadaptados y gente sin una vida normal. Cuando el Dj ponía Creep de Radiohead todo el mundo se largaba a la barra, pero yo me quedaba ahí mirando el suelo con la derrota encima los hombros, los pantalones agujereados y un montón de recuerdos que se iban convirtiendo en fábulas de algo hermoso o triste, no sabría explicarlo mejor.


La primera vez que oí esa canción llevaba en la cabeza dos manuales enteros y me despertaba tumbado en el asiento de un coche. A través de la ventanilla vi los primeros edificios que de golpe rompían un cielo extenuado por horas interminables de carreteras desiertas y aquello era Lisboa. En aquella época la misma vida era lo que me daba realmente miedo, porque no me consideraba una persona capaz de luchar por algo. Recuerdo que le pregunté a mi primo qué grupo era ese y él me soltó que eran los Radiohead.


Nunca volví a alcanzar aquella sensación de algo enorme como aquella vez que las guitarras sacudieron mi mente. Pero la bailé una y otra vez como quien persigue su sueño, porque esa melodía me encontró encima de un escenario con los que en una época fueron casi como mis hermanos, un clan, una compañía. Y en cuanto Thom Yorke pasaba a una octava más alta cargábamos los muebles que hacían de decorado y recuerdo que la gente se quedaba chocada al empezar ese segundo acto, porque la historia no tenía nada que ver con todo lo que se había contado en ese momento. Era algo mágico. Lo ritualizábamos con los nervios cortándonos el cuello. Recuerdo que los cuatro nos mirábamos como si nos lo jugáramos todo cada vez que nos tocaba hacer el cambio y veíamos como la parte más dura de la obra quedaba todavía por hacer.


En Berlín ya no estaban mis primos, ni mis amigos, ni la compañía de teatro, y todo lo que había hecho había quedado atrás después de tanta lucha para nada, pero ahí estaba en esa jodida pista y poco más me importaba porque estaba volviendo a empezar y teniendo que aprender un idioma, sin usar más la targeta de crédito, sin poderme permitir ropa nueva y comiendo siempre la misma basura. Aquello se vaciaba y era el último en volver a casa, la mayoría de las veces ya de día.


What the hell am I doing here?

I don't belong here.


Dos años después es sábado por la noche y yo soy el Dj de esa misma discoteca. La pista está a reventar y todo el mundo está gritando la letra como si fuera de ellos, porque seguramente lo es. Pongo la luz blanca para poderles ver y sus voces parecen más fuertes que sus sombras. Es esta la venganza de la vida: El tío que siempre me echaba fuera gritándome algo que apenas entendía ahora me me paga más que a los otros que hacen el mismo trabajo que yo ahí. Toda esa multitud que no se conoce está sacando el alma y es como si una honda brutal lo eclipsara todo.


Ves que no has llegado aún a ningún sitio pero ya estás en el otro lado. Sé que esa banda ha aborrecido esa canción. Yo casi la detesto de tantas veces que me la piden, pero es algo tan grande como atreverse a vivir, o como dar un paseo un domingo por la mañana como si fueras otro más, o como tantas otras cosas. Si Churchill viviera, les diría a los Radiohead eso de que "nunca tantos han debido tanto a tan pocos", pero yo sí que vivo y lo veo así, porque hay canciones que son los mejores regalos, otras que son pedazos de uno mismo, y la mayoría lo mismo que un libro con distintas lecturas.