miércoles, 8 de julio de 2009

De la misma manera que hace diez años nadie en su auténtico juicio hubiera podido creerse que un gigante como los Estados Unidos caería por sus propios excesos, hace veinte años nadie pensaba que la mismísima Unión Soviética se desvanecería al más mínimo soplo del crudo invierno. Era 1989 cuando el muro todavía separaba Berlín y Alexanderplatz era el centro de esa sociedad nueva que debía crecer bajo los augurios del socialismo. Michael Jackson continuaba siendo el más grande. Nadie cuestionaba su categoría de leyenda ni se le podía disputar su autoproclamado reinado en Nunca Jamás. Al fin y al cabo, Moonwalker era el paladín de la Pepsi, que curiosamente fue la primera firma en entrar en la URSS. Por aquel entonces todos los niños bailábamos como Michael, imitándolo a la hora del recreo: habíamos visto su videoclip junto a unos pandilleros del metro de Nueva York y la monumental gira que había supuesto "BAD" la seguíamos teniendo muy presente. Jackson todavía no se había querido volver blanco y Prince nos parecía una versión marica de Cantinflas que no le llegaba a la suela de las botas. La larga permanencia del chico de Indiana en las listas de éxito fue uno de los numerosos récords guinness que todavía nadie le ha arrebatado. El muchacho que había sido expulsado de Testigos de Jehová por haber hecho un vídeo sobre muertos vivientes cosechaba éxitos continuos despertando una euforia mediática irrepetible, cantaba una canción de cumpleaños al Sultán de Brunei a cambio de una gran suma de millones y su mejor amiga era una boa costrictor de quince metros de largo. Luego vinieron los escándalos: Las contínuas operaciones, las peleas con todos sus familiares, un matrimonio de conveniencia con la hija de Elvis, la primera denuncia por abusos a un menor y las primeras sangrías contra su inmensa fortuna en manos de abogados y gestores sin escrúpulos...fue el inicio de un largo crepúsculo que terminó el pasado 26 de junio. Cuando algunos no dábamos crédito a lo que oíamos. Ese ataque fulminante que se llevó la vida de ese eterno adolescente que en un reportaje le dijo a un periodista que él no necesitaba comprar ningún sarcófago porque él nunca iba a morir coincide con la misma saturación a la que ha llegado norteamérica veinte años después del inicio del desmoronamiento de su antigua enemiga. Él representaba mejor que nadie los excesos y la ensoñación de esa América inmadura que se veía invencible. El héroe de la negritud quedó totalmente destruído por los fármacos y las obsesiones ante el acoso de los que en otro tiempo le habían asegurado que era un dios. Con 51 años y con la única amistad de la víbora Elisabeth Taylor se presentaba en quiebra a la vez que anunciaba en una última rueda de prensa un ambicioso tour que ne pocos días ya había agotado todas las entradas. América es irónica y comparte su destino. De otra forma su repentina muerte no hubiera causado la misma sensación. Su defunción lo exime de todas las sospechas, lo absuelve de la culpa con la que se le marcó de por vida y le devuelve la dignidad. En cierto aspecto algunos ven ciertos remordimientos por parte de la opinión pública, ya que el único gran delito que el ídolo pop realmente perpetró fue el de ser ingenuo, débil y extremamente rico, un blanco fácil contra el cual disparar. Con el mismo cinismo con el que se lo martirizó ahora se lo ensalza. La misma hipocresía pero en otro modo. Otra forma de exprimirlo incluso siendo cadáver. La vida de este hombre fue eso: sin infancia, sin juventud y un cúmulo de difíciles traumas. Una máquina de hacer dinero, o un monstruo de feria, como él mismo se veía, pues no hay que olvidar que su gran ídolo era "el hombre elefante", personaje al que quiso llevar a los escenarios en uno de los muchos proyectos que ya no podrá llevar a cabo. El funeral de Jackson ha sido el despliegue de medios y de agentes de seguridad más masivo que se haya conocido en el Estado de California, el cual por primera vez en su historia y pese a ser el más poblado y el más rico de la Unión, ha tenido que reconocer su situación de bancarrota y la consecuente emisión de pagarés públicos. Unas pompas fúnebres faraónicas donde no han faltado famosos, porque todo el mundo ha querido decir algo. Como todo lo que hizo en vida su funeral no podía ser más que espectacular. Ni Kennedy ni ningún otro Presidente, ni Elvis, ni ningún grupo de damnificados ha tenido unas exequias de ese calibre. Esa conmoción es casi el acta de defunción de un país entero en el pabellón de Los Ángeles Lakers, donde apenas unos días antes Pau Gasol y los suyos festejaban una victoria histórica y al cabo de poco asiste a lágrima viva nate un impresionante ataúd de plata y metal incorruptible.
Y yo me pregunto: "Who's bad?". La verdad es que con tanta hipocresía no me atrevo a señalar con el dedo. Hasta hace poco nadie reconocería que le había gustado la música de Jackson por lo mal que quedaba y ahora no deja de sonar en la radio, vende más discos que Lennon y se santifica en ofrendas en cada una de las capitales de Europa. Conocía a un tipo al que la gente del barrio le llamábamos Capullín. Capullín trabajaba en la cocina de un Frankfurt unas once horas. Tenía una cinta con el tema de "You are not alone" girando constantemente y canastas de salsichas enormes por doquier. Ese tipo era fan de Michael Jackson. Incluso intentó ir a verlo durante la era de Invencible. Me acuerdo que se cabreó porque al final no pudo asistir porque su ídolo estaba acabado y no se mantenía a pie pasados los dos primeros minutos de un tema. Ese tipo era realmente fan. Y evidentemente todo el mundo pensaba que era tonto, marica o las dos cosas. Yo llegué a sospecharlo por el hecho de saber de que pasaba demasiadas horas a solas con ese montón de salchichas, pero al final se sacó una novia y encontró trabajo en el Jardiland. Y creo que ahora mismo es el único al que me creo si me dijera que se ha quedado hecho una mierda al saber que Michael Jackson se ha muerto y que no se podía levantar del sofá de la prostración, porque creo que la tía lo dejó al principio de la hipoteca y ahora se ha quedado realmente alone y sin su héroe mediático, lo cual es una putada. Como la historia del quinto Jackson, que se convirtió en el thriller judicial más comentado en los tabloides, en un icono complejo dentro del mundo del pop, donde las estrellas brillan para caer como cometas. La estela de Michael es recordada este día en el centro de aquel país futurista que tenía que ser tan ideal y que ya no existe, bajo el reloj que marca la hora en todos los países del mundo. Ahí se recuerda a Michael con velas, portadas, recortes de prensa, cartas de fans, flores y algunos mendigos durmiendo encima sin darse cuenta de los flashes que persiguen ese instante perfecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comentaba con un amigo hace días que ahora ya sólo nos toca lo peor en la vida, la muerte de los padres si es que aun se tienen, enfermedades y la muerte de los mitos..
Sigo leyéndote, ya sabes que me gusta leerte. Angie Stardust.