viernes, 1 de mayo de 2009

Purcell

Si hay algo que me llega al alma fue ver que la noche en que puse música en el Mokum algunas personas quedaran extasiadas en cuanto vieron que estaba sonando Klaus Nomi para ellos. La sorpresa fue total. Incluso en su país no son tantos los que lo conocen. Mi admiración por el último gran contralto es total. Ha sido uno de los descubrimientos musicales más extraordinarios que he hecho en Germania y ya hablé de él en otra entrada del cuadrante rojo. Pongo esta versión completa que Nomi hizo del que es uno de los temas más bellos del compositor Henry Purcell. Con esta canción he escrito algunos de los que llamo los grandes pasajes de Irreverencia, mi libro, que es la primera cosa que veo cada día al despertar. Esta música me ayuda a encotrarme cara a cara con algunos de los personajes en algunos de los momentos de sus vidas ficticias. En su época sonaba esa música que algunos decían que venía directamente de Dios. Quisiera que en el futuro muchos puedan verlo también. 
No soy Zafón, pero he visto a las chicas más guapas hablando de él con una emoción tan fuerte que me parecía imposible no darme cuenta lo importante que era para alguna gente poder sentir su rescate a través de las páginas de un libro. Me hablaban de él y habiendo visto lo mismo tres veces no puedo criticarlo. Mi rencor ha sido grande ante los éxitos ajenos.  Me he desesperado cada vez que veo como otros consiguen llegar a completar la maratón y sin embargo yo sigo en el laberinto. Yo lo que he visto cuando me hablaban de este hombre no lo he logrado nunca y debería sentirme que lo haya logrado alguien que pertenece a mi cultura. Nada más. Me pongo a escuchar a Lully, a Purcell, Marcello. Y sigo trabajando en el monstruo como si fuera lo más importante que he hecho en mi vida. Hay demasiados motivos.
No me importa fregar platos ni limpiar cristales si por una vez en mi vida puedo hacer aquello que realmente quise.  Me gustó mucho poder poner música y que vinieran y me dieran las gracias por rescatar a ese hombre recordándolo en la superficialidad de la noche. 

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