domingo, 11 de octubre de 2009

Y no caerás en la tentación. El chico volvió del trabajo a las cinco de la mañana. En su cabeza tenía todas las conversaciones de los últimos días.
-No sé (largo e ininterrumpido silencio).
- Sin beber tampoco podría quedarme más de media hora aquí.
- Oye, podríamos meter música juntos. ¿Cuándo es la próxima vez que pinchas ahí?
- En las elecciones sólo hay una elección y es el Partido de los trabajadores.
- A mí me da igual lo que piense tu colección de tías del Duncker.
-Si a finales de mes pasas el examen cobrarás cincuenta céntimos más la hora .
- Sabes que estudié ballet cinco años en San Petesburgo?
-Perdona que no te llamara.
- Hey man, are you working tonight?
-¿Tienes myspace?
-¿Por qué le han dado el Nobel a Obama?
- Yo estuve en Barcelona. ¿Cómo es que vives en Berlín?

Música y postales de época. La idea de una obra de teatro que nos salve de la posible ruina es el poco astuto plan del libertino de Hogarth. Y mientras preparo la maleta para la escapada al ghetto de Krakow en un estado de morburismo, el vecino vuelve a quejarse del volumen de la música, cosa que me parece maravillosa porque siempre será un placer joderlo, los fogones terminan de preparar el almuerzo desnudo y el gris depresivo cae de los balcones de la fachada de enfrente como la plebe saliendo hastiada de muerte por los vomitorios. Hace casi una semana pude evadirme en la intimidad del viejo Lichtblick Kino: Pasaban una reposición de Belle de jour y me pareció una joya ver a Catherine Deneuve atada en la pantalla grande, uno de los clásicos del cojo de Calanda que se quedan en la retina antes de que la navaja haga el resto. Nadie conocería a Ives Saint Laurent si no hubiera sido por esta obra que no envejece ni pierde su esencia.

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