lunes, 19 de octubre de 2009

Sólo una cosa puede hacer que el muro vuelva a caer veinte años después: la visita de mi amigo y maestro Fernando Franco, el Tusitala moderno. El hombre capaz de emprender un viaje para poder ver con sus ojos aquello que le describían las cartas, sólo porque sabía que tenía que estar ahí. Nos conocimos hace unos cuantos años cuando trabajamos en ese maravilloso proyecto para la televisión local llamado "La fàbrica" y basta decir que de ahí a ayudarnos siempre que hiciera falta bastó sólo un paso. Recordaré la entrevista que le hicimos antes de su show en el que nos reveló que culturas que vivieron durante prácticamente toda su historia completamente aisladas del mundo compartían en cambio idénticos cuentos infantiles de la tradición oral. Asistí prácticamente a cada una de sus actuaciones esperando a que recitara el de la muñeca de Kafka, que de todo su maravilloso elenco es el único que trata sobre la pérdida y recuerdo cuando le traje aquella antología de cuentos de la dinastía Tang, la cual ya conocía. Si algo he aprendido de él, es que es verdad lo que dice el proverbio chino: un hombre sólo tiene la edad de la mujer a la que ama. Cuando hablamos por teléfono y me dijo si deseaba que me trajera algo, le contesté lo mismo que en su día Händel le dijo a Riccardo Broschi: traed papel, tinta y vino. Hay mucho que trabajar.

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