lunes, 5 de abril de 2010

"Dondequiera que uno dirigiese la mirada, reinaba el desenfreno. La gente leía libros, incluso las mujeres."
Patrick Süskind. El Perfume. Cap. XI.

Mirando los grises desde el 55 West 81st Street, en el American Gardens Building, como si viviera en una estrofa del Organt de Saint-Just.

Tenemos dos opciones para que unas vidas como las nuestras tengan sentido: acabar con todas las rubias de esta ciudad o pedir ayuda. La primera es muy difícil, porque nunca vas a poder acabar con todas. La segunda peor, porque se lo van a tomar a cachondeo.

Y es que prepararse para salir demuestra que el dandy es una suerte de practicante del nuevo ascetismo. La ritualidad del cada gesto un esfuerzo sublime, porque uno desprecia la cantidad de tiempo que se emplea para transformarse en esa criatura que encanta a los demás pero que termina por aborrecerse. No es tan sencillo pese a lo pobre del resultado. En este momento centenares de personas con una vida bastante desplazada de lo convencional abren sus guardarropas para enfundarse y procurarse sus mejores armas. Ocurre todo en el mismo lapso de tiempo. Unos necesitan más y otros apenas disponen de él. Pero todos se presentarán a los cuadriláteros con sus logros y mentiras al final de estos lunes sabatizados, trastocados por unos horarios invertidos y reinventados para los que no tienen ese espacio, pero no por ellos menos difíciles. Algunos vienen ahí después de un tour que empeó el jueves y ha seguido de forma ininterrumpida con sus respectivas pausas para canviarse y levantarse de nuevo para entrar en la espiral, porque Berlín se lo traga todo. Las personas insaciables, auténticos vampiros de lo emocional, se suman a todas las fiestas, deambulan como sombras agotadas aguantándose en los rincones, no dicen ni hablan de nada, sólo asisten y no se perdonan estar fuera de algo en lo que no van a participar. Otros no se cansan de volver siempre a casa con las manos vacías. Otros sólo acumulan mierda y se van trastocando más y más. Otras se exhiben, otras son masacradas. Quién no lo conoce después de tantos años. El giro de la vanidad, el grand guignol y la reunión de cerdos hedonistas. Y lo peor de todo es que contra más tiempo pases entre ellos más te acabas pareciéndote, como diría Tiberio a su nieto Calígula en el exilio de Capri.


Algunos me han preguntado qué hice ayer. Pues me peleé con la gorda, sí otra vez. Pero todavía a más, lo cual sacó esa parte animal y tan salvaje que casi siempre me reprimo por miedo a que la gente me vea como al chico de la naranja mecánica. Y es que por desgracia la disciplina inglesa sólo se me da bien para darla, pero no para recibirla, porque enseguida estoy devolviendo el doble, y eso es difícil de aguantar, así que mi insubordinación, por llamarlo de alguna manera, me costó acabar en el despacho con la jefa y hablar del asunto. Lo que empezó como un interrogatorio acabó en un machacar a la puta gorda.
  • Tienes que comprenderle.
  • Es que últimamente está siendo muy cruel conmigo.
  • Si tu no me respetas no te voy a respetar.
  • Yo te he respetado.
  • Tu no me has respetado nunca y ya me has hecho perder la paciencia.
  • Te olvidas de que soy tu jefa.
  • Eso no es cierto. Tu no eres la jefa de nadie.
  • Lo es, ella era tu jefa esta noche.
  • Mis jefes son R., B, S, y tu, pero ésta sólo tiene la responsabilidad, que es algo muy distinto. Eso no le da derecho a ser autoritaria y a comportarse como si esto fuera el ejército.
  • Yo no me comporto así.
Babble babble bitch bitch rebel rebel party party. De esto va la cosa en general. Pero como siempre, podemos explicarlo de otra manera.

Érase una vez un país en el que tú eres el negro, el ignorante, el idiota, en el cual quien te ayuda lo hace para poder demostrar a los demás que tiene una moral superior al grupo, pero no por altruismo, sino por amor al poder, con lo cual la moral es doble, pero no superior. Un país en el cual te hacen olvidar quién eres y te hacen empujar la rueda de un modo en el que no lo hiciste nunca en el tuyo. Un país donde los burros te gobiernan como si fueran los nuevos mandarines. Y si, yo era ese negro y la encarnación de muchas de esas cosas a las que secretamente le tienen más que miedo, pero nunca lo van a reconocer abiertamente porque sino perderían la justificación de odo lo que hacen, porque lo único que los ampara es la hipocresía. Podría explicarlo como si fuera un cuento de Perrault o de Andersen, con otros nombres y fechas, e incluso les gustaría, pero nunca así porque se indignan como Tartufos.

Y sí, sé que arreglarse como un muñeco es el intento efímero de gritarle al mundo que conservas una dignidad que te ves simpre arrebatada, pero en el fondo sólo es un autoengaño que sirve para los lunes por la noche, porque después vienen todos los martes y los miércoles y aún más, y sigues así en la punta del embudo intentando no quedarte abajo del todo con esas personas horribles dando golpes, porque son tan temibles como lo son sus propios temores, y eso hace que sea duro.

Pero ahora almenos el negro ya puede empuñar sus réplicas y no tiene que verse emponzoñado e impotente, un difícil peldaño que ha costado algunos muertos y perder tanto de si, pero es el problema de trabajar en las fraguas. Vulcano, que era de cuerpo fuerte, pero de piernas flacas, nunca dijo a los titanes que para templar el hierro, después de los golpes debían enfriarlo.
Metalhammer lovely tool
Tell me what I am
Traeting you is the only thing I can
Thank you for the money
Help me to survive
Metalhammer, metalhammer
Help me to stay alive

Esto es de Steve Naghavi, a los 18 años y con dos sintetizadores analógicos y una caja de ritmos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

joder, todavia no entiendo que coño ves en berlin, ya no estamos en 1920,sal de ahi o seguiras siendo un puto negro deborado por millones de gordas apestosas.