domingo, 7 de febrero de 2010

Los límites de la razón pura

Berlín es la fea con la que todo el mundo se divierte. Un espectáculo entre la ruina protagonizado por titiriteros, cómicos itinerantes, series ebrios de éleboro en el carro de Tespis, quedándose demasiado tiempo en las ruinas de unos bombardeos que nadie recuerda, porque éste es el destino de muchos de los nobles itinerantes que empeñan sus casacas raídas y no hay ningún otro que el dejar que la locura abra las tumbas de los que descansan como en los momentos más geniales de Artaud en los que todo el protagonismo iba para los histriones, porque hoy es domingo y los aprendices de actor recitan en el hemiciclo del parque del Muro. Y mientras, la gente sale en turba de las conejeras para vender los objetos que dice que ya no necesita para resbalar por las calles y romperse los huesos contra el hielo, porque las aceras son blancas y de cristal, las resacas de los que vuelven de algún sitio bastante espantosas, como los cuerpos en los cuadros expresionistas, rostros lechosos con la línea del colchón cruzándoles media cara, olor a tabaco de liar y una botella de cerveza en la mano derecha. Las bicicletas robadas la noche anterior se acumulan al lado carátulas de cantantes sonrientes que deben estar realmente pudriéndose de cáncer en algún asilo si realmente crees lo que dice la wikipedia.
Esto es lo que ocurre un domingo por la mañana bajo los tejados nevados del quizás bello Prenzlauerberg. El Film café ya ha encendido la luz roja, el propietario se toca una calva que no le debe dar demasiada suerte y el vecino de arriba le tira una silla de cáñamo desde el balcón que tiene lleno de unas plantas que no sé como todavía aguantan el frío sin quedarse tiesas. El reloj me dice que entro dentro de dos horas y que voy a tener que intentar ser simpático con los demás si quiero llegar a final de mes, cosa que no me importa porque tengo un paquete del mejor café del mundo y nuevas ideas para escribir. Es lo bueno de estar en una habitación con la estufa a tope y un batín parecido al que Robert de Niro usa en esa peli de gángsters cuando Ray Liotta viene a tocarle los huevos con sus paranoias, porque como diría una buena amiga, poder ponerse las zapatillas es lo que nos devuelve la dignidad y a mí me gusta sentirme como el Tejón del Viento en los sauces cuando estoy en casa, junto a mis libros y sin ganas de compañía, ser un lord del Parlamento en tu propia guarida. Quizás algún día tendré manuscritos antiguos, un loro y un fiel criado oriental dispuesto a acompañarme por extraños viajes de cartógrafo más allá de un mar negro y eso es lo que tiene madurar, que todo lo encuentras bastante mejor.
Mi compañero de piso está circulando con la moto por los edificios idénticos en la zona donde todo parece legolandia acumulando un par de accidentes, medias propinas y un reparto de comida basura ejemplar.
Mi otro compañero de piso me encuentra a la salida del trabajo y me lleva al primer bar que siga abierto al final de la madrugada para contarme que se va a largar un mes fuera, que podrá dejar de hacer informes en la cárcel durante un tiempo y que nos meterá un estudiante en su cuarto para que la cosa cuadre, pero que de todo me ocupe yo. En ese momento una chica viene a nosotros y se sienta conmigo cuando pensé que lo lógico sería que sentara al lado del doctor que por lo menos siempre le entenderá el cerebro más que yo, pero la muy cerda empieza a abrirme el estuche con los cd's y a preguntarme si soy Dj.
Cuando te va bien con una tía vienen todas, Doc. Es la puta ley de Murphy.


Entoces llega un tío cachas baboso bastante arquetípico y le da el coñazo mientras el Doctor y yo volvemos a hablar de mi amigo Q, el cual me había llamado para decirme que había conocido a Tote King y que estaba contento por él, porque al menos tenía un motivo más para levantarse cada día a las cuatro para coger el coche y alegrarse de que un tío entendiera sus desgracias con las putas tías. La tía que estaba a mi lado se levanta para no volver y entonces el chachas nos cuenta que está enamorado de ella y que ella pasa de él y le contesto que vengo de hacer 12 horas lavando platos y cargando cajas pero que ha estado bien porque la jefa me ha dejado poner mis compacts. Entonces me vuelvo a dar cuenta de que la música de ese sitio es una mierda pero la Djane es una tía conocida y tiene buen culo con lo que no le debe costar ni la mitad que a mí encontrar salas donde ganar la pasta para el alquiler. El Doctor empieza a analizar al cachas y a contestarle medio borracho lo que piensa de sus respuestas, cosa que no me sorprende mucho.

Y es que el Doctor es un tío muy chungo. Una vez volviendo de ver a una tía arrancó la raza del wáter y durante una semana tuvimos un boquete enorme en el cuarto del baño y el otro día por mi cumpleaños, me fui con él de fiesta y acabamos en una discoteca que se encontraba en el piso 12 de un edificio de oficinas lleno de niñatas con bolsos de Prada y un ghetto de chinos comportándose como chuloputas con sus hermanas que estaban bailando tecno en unos pódiums con las vistas más espectaculares de todo Berlín. Porque la imagen de la torre de la televisión y la luna espectral por encima de los bloques siniestramente iluminados era impagable, y aquel ascensor con unos tíos cuadrados controlándolo todo tuvo su punto,, porque sabes que tras esa mafia el lunes por la mañana los gafotas pastillómanos vuelven a sus ordenadores en la compañía de seguros y se tiran medio día al teléfono con los de la sede de Hamburgo, llenando un montón de papeles que acaban en la trituradora o haciendo cola en la máquina del café con un ejemplar del Berliner bajo el brazo.

Creo que el Doctor y yo nos sentimos viejos rodeados de tanto niñato cervecero y tías mongas con pocas peras y menos luces. El recuerdo de mi amigo Q pillando un taxi resacoso perdido para volver a Barcelona fue bastante triste. Porque en la noche haciendo el burro todo es fantástico y a veces el mundo debería ser siempre así, pero la realidad es que casi siempre nos encontramos con un martes por la mañana cargando las bolsas del súper y dando gracias por seguir podiéndolo hacer. Definitivamente siempre supimos que para bien o para mal la vida es otra cosa.

Y sí, me alegré de tener a un gran amigo estos días por mi cumpleaños, porque todo incluso en el trabajo mientras mis compañeros se emborrachaban a mi salud fue muy divertido y creo que ya inolvidable, sobre todo porque lo dejaron todo patas arriba, pero qué cojones, creo que se lo merecían más que nadie, porque tenemos la obligación de vernos más que a nuestras familias. Y almenos ahora ya conocen el auténtico cava catalán, que no da tantos dolores de cabeza como el Rottkäpchen.

Tengo una nueva caja de flyers y he empezado a repartirlos por el barrio. La griega y yo hemos organizado una nueva fiesta, esta vez homenaje a Joy Division,la legendaria banda de Manchester y que aquí sigue estando de revival, por lo que viendo que nadie había montado una fiesta aún nos decidimos por hacerlo. La puta caja pesaba tanto que tardé tres cuartos de hora para llevarla a casa intentando no caer en el hielo y pasando un frío del quince.

2 comentarios:

Diana de Méridor dijo...

Vaya, monsieur, siempre llego tarde a los cumpleaños!
Bueno, felicidades igualmente, aunque sea con mucho retraso.
Al menos ya se qué regalarle para el próximo: uno de esos batines a lo Robert de Niro. Iré buscando dónde los venden, para contribuir a su coleccion.

Buenas noches

Bisous

Angie Stardust dijo...

You're welcome, pensé que no iba a leerte más, leerte me sirve para saber que estás bien, que una de mis almas gemelas sigue rodando por el mundo. Me acordé de tu cumple, lo tengo apuntado en la agenda del MAC y en otra agenda muy bonita de Klimt. Y yo estoy esperando noticias de una entrevista para irme a trabajar en Ikea de A Coruña, esta semana o como muy tarde la que viene me dicen algo... espero poder irme.
MUCHOS BESOS