jueves, 12 de marzo de 2009

Tenía a todos los compañeros del piso con fiebre y yo estaba en el bar de abajo tomándome algo con un grupo de italianos que acababa de conocer. Eran las dos y media de la madrugada y nadie me habló en todo el día de la matanza en ese suburbio cerca de Stuttgart. Sólo de lo jodido que estabaq mi país. Cuál? Donde nací o donde me estoy rompiendo los cuernos? En ese momento la camarera se me tiró encima completamente borracha y cayeron dos taburetes. El novio quería partirme la cara, pero terminamos hablando de William Burroughs. El cristal de la ventana seguía roto. Pero dónde estaba la piedra? Y los patos de Central Park cuando se hiela el estanque? A dónde van? La piedra la tiró el propietario de un local de la misma calle porque todos compiten. Porque todos compiten. Entran más chicas mirando mal a las que ya están dentro, La vela a medias, el humo, los guantes de piel encima la mesa. Todavía llevaba en la cartera los sobres cerrados que hoy he quemado en un plato al levantarme. Me desean suerte con la novela. Hay tantos que se han lanzado ingenuamente a la aventura en cada local de Berlín. La camarera pide disculpas e invita a ciervo a todos los que ocupamos la barra. Suena Nancy Sinatra, apuro de un trago y pienso en Nueva Orleans, en la espuma de los días. Boris nunca estuvo ni llegó a conocer nada, pero retrató los charcos haciéndonos sentir la música negra que aquí habían catalogado como arte degenerado, aunque en el búnker del F:uhrer hubiera toda una buena colección. Pienso en la sucia ciénaga que era esto cuando se fundieron las nieves. Debería atreverme a hacer algo parecido, de hablar de lugares donde aún no he estado. Al fin y al cabo el entusiasmo es mayor que los ojos vacíos de todos aquellos uqe realmente han estado y me explican nada. Trato de imaginarme esa lúgubre y húmeda Nueva Orleans sin ningún esfuerzo. El lugar donde los funerales son auténtico blues, negros con traje y corbata; barandillas y porches de madera. Y no puedo evitar pensar en Hawkins y en todo lo que implica ponerme a escuchar esa voz tan salvaje que aquí se oye con mayor intensidad que nunca.

Las estrellas no son deseadas:apagadlas una a una.
Olvidad la luna, desmantelad el sol.
Verted lejos el océano y barred el bosque,
porque ahora ya no pueden hacer ningún bien.

Los versos de Auden, siempre ahí.

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