domingo, 22 de febrero de 2009

Domingo por la mañana

La nieve cae por doquier. A primera hora de la mañana unos trinos saludan a los noctambulos, a los camareros que pegan el cierre y a los primero coches que cruzan raudos un pavimento impracticable. Copos pegandose a la ropa tras danzar ferentico entre el aire. Daniele Ivanovich camina a mi lado a la salida del bar clandestino: ''Prenzlauer le gusta a todo el mundo, pero yo naci aqui y era un lugar muy triste. Y lo sigue siendo. Que las fachadas esten pintadas de colores no esconde nada, pero para unos dias de vacaciones supongo que esta bien''. Franziska nos coge del brazo para no resbalar en las accidentadas aceras nevadas de la Letterstrasse. Los pulmones son autenticos depositos de hielo, el vaho exhala de nuestras bocas en las largas conversaciones a casa. ''Ahi estaba mi escuela -dice- al lado de la disco donde sueles salir de fiesta''. ''Tu imaginate a viejos maestros de esos de toda la vida hablandoles de Thalmann a niños de 6 años:Thalmann era un gran heroe, invencible, casi con superpoderes''. Y ahora Prenzlauer es el encantador paseo arbolado donde jovenes matrimonios pasean a los niños.
Llego a casa y me hago el cafe que he comprado a medias con mi compañero de piso, el cual esta entusiasmado con los diseños que se han aprovado para remodelar la estacion del Este. Intentan darle a esto un aire de capital que nunca ha tenido. Y lo saben. En los roaring twenties Berlin contaba con mas habitantes que ahora y eso les pesa en la conciencia. Pero la impresion de que no se deja de construir es fabulosa. Uno tiene la impresion de estar involucrado en un proceso.
Mientras las tostadas saltan dos metros encima de mi cabeza y el cafe chorrea de la maquina con un ruido infernal intento darle la vuelta al dial de mi emisora buscando la frecuencia ideal, un par de anuncios absurdos y encontrarme con esa maravillosa voz negra.
Estan escuchando Radio Smoboda...

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