domingo, 18 de julio de 2010

Creo que debo ser de las pocas personas que practique gimnasia con el pitillo en la boca. Pero en mi jaula las cosas son siempre diferentes y yo fijo las condiciones. Me basto con Radiohead en la tabla de mezclas y el copal ardiendo en una esquina. Tengo el bolsillo derecho lleno de billetes que me gané a base de propinas porque ser agradable en una ciudad de rancios tiene sus ventajas, pero también tiene un precio: Al día siguiente odias a la hunanidad y te duelen las muecas de tanto sonreír cada cinco minutos a discapacitados que se las dan de cualquier cosa, menos de lo que son. El libro de Zamyatin está abierto encima la cama en substitución de las musa con medias de rejas que se ponen todos los trapos que le regalé intentando reconciliaciones efímeras después de que te cansaras de pedir vuelve conmigo. Ese es mi jarabe y así empiezo después de la ruptura. Interesante situación. Recuerdo que hace unos años leía la columna de uno de los gilipollas del jurado que tumbó la novela que presenté a concurso. El tipo creo que lo titulaba algo así como la columna del escritor divorciado. Podría más o menos exlicar de qué trataban sus artículos, pero básicamente el tío vivía de contar sus huevonadas. Curiosamente le conocí personalmente mucho tiempo después en el aeropuerto de Roma, porque nos encontramos ahí y lo identifiqué con el calvo de la foto. Yo ya venía de haberme pasado semanas leyéndome sus sandeces rollo volver a empezar y joder no sé planchar mi ropa, dónde coño está mi mujer... en la época en que trabajaba en una comisaría y teníamos los periódicos de los policías siempre tirados en la sala de descanso, porque se da la circunstancia de que llegué a trabajar en un sitio de esos, pero en realidad lo que más hacía era dedicarme a corregir capítulos en el ordenador. Así que cuando me encontré al notas en el aeropuerto tenía ganas de decirle "Oye, realmente eres tu el capullo que me jodió la novela? pero tu has visto la mierda que escribes? La madre que te parió cabrón". Pero en lugar de eso le dije que había participado en el concurso y que me jodieron en la tercera criba, cuando ya quedaban ocho y bueno el tipo ni se acordaba de lo que yo había escrito porque ni se lo habría mirado. Ahora le diría que si yo tuviera una columna sobre un escritor separado/dejado/viudo le habría fundido las letras con cosas que son de verdad. Almenos podría aportar algo nuevo al asunto. Pero la época del resentimiento ya pasó y creo que le diría, "Ey, como llevas lo de las lavadoras, voy a participar en otro certamen pero antes quiero asegurarme de que no estés en el tribunal, cabroncete", porque las sornas de Cecco Angioleri son cosas del pasado anterior y la verdad es que no me he acordado de él hasta hoy, porque por culpa del tema este me cuesta hablar de algo que no sea eso y me doy cuenta de que si lo pasara al papel yo no escribiría sobre jodidas melancolías a la portuguesa sino de como un tipo se levanta de una puñetera vez y se enfrenta contra aquello que le hace daño. Ahí está el punto. Es de las pocas cosas en las que la gente del lugar del que vengo tienen mucho que enseñarme: Los catalanes son una de las pocas culturas que desde siempre se ha dedicado a hacer de la mierda oro y yo ya he plantado el árbol y los hijos no los voy a tener hasta que no les pueda dar algo mío que puedan leer algún día, así que estoy en ello, y los libros veo que salen de verdad siempre después de los grandes naufragios porque una vez hechos rescatan a su vez a las personas que se ahogan. Esto es una cadena: te salvan Dante y George Orwell y tu salvas a fulanito de pura potra porque no sabes ni quién cojones es y con algo que ni hiciste pensando en eso, pero en ese momento se lo encontró y le diste mejor compañía que la de sus conocidos. Y ya estás en el club, en el de los imposibles.
Así que escribes nuevos borradores. Sacas hasta la última gota de tinta y acabas rayando el papel. Siempre hay copas medio vacías y todos los retratos de Mucha que le gustaban tanto a ella con los que decoraste todo tu cuarto te miran. No hace falta ninguna inspiración. Tan sólo contar cosas, mezclarlo todo y no pensar tanto. Esto ya no es ningún ejercicio de retórica. Lo hago para mí. Cada vez que abres la ventana y miras lo que pasa en la calle no puedes evitar pensar algo así como: almenos estoy contento con lo que hago, me da todo igual.

Algo así le he explicado a Gunnar, que sin mover ni una ceja ha escuchando atentamente todas mis ideas de un nuevo trabajo con el que realmente me desahogo pero en el que transformo el pesar en algo increíblemente vital. Me quedo con que lo vivido ha sido extraordinariamente grande y termina por ahora aislado dentro de una caja con una música atronadora y un desenfreno literario como si se tratara del trabajo en una explotación fabril, pero es genial, porque sigue el curso correcto, y es por ahí donde tiene que ir y no por ningún otro sitio.

1 comentario:

BettieMiau dijo...

Fascinante Blog, mi enhorabuena!