viernes, 28 de mayo de 2010

Los hermanos Sass

Si los hermanos Grimm vivieron reformando la lengua alemana y escribiendo cuentos de hadas, los hermanos Sass fueron la pareja de delincuentes más célebre del Berlín durante los violentos años 30. Su epopeya, que se resume en tiroteos, butrones y asaltos a las cámaras acorazadas más inexpugnables, es tan memorable como la de sus contemporáneos americanos Bonnie Parker and Clyde Barrow, los asaltadores de bancos que durante la Gran Depresión se convirtieron en héroes por parte de los millares de ciudadanos que de la noche a la mañana se habían visto expropiados de todo.

En Alemania las cosas eran todavía incluso peor, puesto como algunas veces ya he comentado, la gente incluso empaperaba la casa con los billetes de la República.
Los hermanos Sass se habían criado en las inmediaciones del barrio obrero de Moabit, en lo que después sería Berlín occidental. Ambos trabajaban de mecánicos en el mismo taller de reparación de viejos autos en condiciones bastante malas hasta que la extorsión que ejercían las pequeñas bandas locales sobre el pequeño negocio los puso con la soga al cuello. Entonces pasaron a adoptar métodos tan poco convencionales como contundentes, entrando a golpe de martillo en el floreciente y turbio mundo de la criminalidad que se adueñaba de la vida en la capital de la República de Weimar, encontrándose al cabo de muy poco completamente inmersos en ajustes de cuentas contra los que envidiaban su rápida escalada criminal, puesto que en poco tiempo los Sass habían reventado de forma limpia las cajas fuertes dotadas con los mejores métodos de seguridad con una facilidad pasmosa gracias a su habilidad con las herramientas. Desvalijaron bancos y masacraron a la competencia. Sus aventuras han sido llevadas al cine en diferentes ocasiones, la última en 2001, pese a que su final es distinto, pues en el film los Sass son cosidos a tiros por las brigadas pardas de la SA como represalia tras el el veredicto exculpatorio por el robo de los fondos del partido nacionalsocialista. La escena final en la que ambos hermanos ruedan por las escaleras cuando están esperando el coche que los tiene que llevar hasta Hamburgo para embarcar a Kopenhagen, en realidad no sucedió. Los Sass se fueron a Kopenhagen en cuanto los nazis tomaron el poder, pero la policía de ese país los registró y los enviaron a Alemania, donde les cayó una sentencia de 13 años en el campo de concentración de Sachsenhausen, que es el que se encontraba en las mismas afueras de Berlín y que serviría de modelo para todos los demás campos que se empezaban a construir. Ahí aguantaron hasta su defunción el 27 de marzo de 1940, asesinados por el que más tarde se convertiría en el comandante de Auschwitz, Rudolf Höss.





Sobre los Sass existen numerosas leyendas, tanto por la bravonería del mayor, al que le gustaba codearse con la alta sociedad y aocstarse con las mujeres de los financieros, como por las extravagancias del pequeño, que tenía por costumbre comprar montones de zapatos debido a que siempre había tenido que andar casi siempre sin suelas y tenía pánico a que algún día volviera a quedarse sin calzado. Circularon también algunos chistes, como el de quienes fueron los peores criminales en cuanto Hitler llegó al poder: S.A.S.S. (las S.A. y las S.S.).
La película la recomiendo, por supuesto. Ha sido de las pocas veces que el gordo del videoclub me ha felicitado por lo que le alquilaba. En cuanto a la casa donde nacieron, se puede visitar hoy en día si se va a la Birkenstraße 57, pero hay que ir a la vivienda trasera que hay más allá del patio, porque su casa, como la de tanta gente de aquí, no daba a la calle. Algunos de los bancos en los que robaron todavía existen, tanto físicamente como la institución. La sucursal del Deutsche Bank que hay cerca de su casa fue la primera que atracaron. También asaltaron el Dresdner Bank de la caller Budapest. En Kleiststrasse 23, ya en Wittenbergplatz, lograron su mayor hazaña: los dos millones y medio de Reichsmarkt del partido nacionalsocialista. A los que les apetezca algo más gastronómico y más céntrico, entonces les recomiendo que se tomen un café en el lugar donde los Sass se encontraban con las celebridades del momento. Ni más ni menos que en el Lutter & Wegner de la Gerdanmenmarkt, uno de los puntos más postaleros de esta ciudad y para muchos una de las plazas más bellas de Europa. Los que hacen los tours turísticos os explicarán muchas cosas de las dos catedrales gemelas, pero aunque os lleven a comer algo en el Lutter, no se les ocurrirá explicaros que ahí estuvieron los Sass de copas con nocturnidad y alevosía.

viernes, 7 de mayo de 2010



Noche de perros.
No hay algo que perjudique más el carácter de los berlineses que los constantes altibajos de un microclima que ha sido ya varias veces objeto de estudio, porque tiene de todo menos constancia. Caballeros, estamos en pleno mayo y hay que volver a poner las estufas. Los versos escáldicos ya hablaban de tres crueles inviernos como preludio del Ragnarok y los catastrofistas, que en la capital alemana forman una auténtica legión no paran de comentar que en el 2012 la supernova va a acabar con todo y que los mayas eran unos tíos muy listos porque lo han calculado mejor que Nostradamus y San Malaquías. Además todo el mundo sabe que desde que murió Michael Jackson, seguramente por saber demasiado, las cosas ya no volverán a ser lo que eran.
Pero el caso es que por desgracia esta noche solamente he encontrado locos y gilipollas a lo largo de la línea M1, es decir, desde Prenzlauer al centro y eso me ha hecho pensar.
Ayer ya la lié bastante intentando sacar una butaca de mi habitación en la que había más pulgas y polillas que en las posadas de los cuentos de Marcel Schwob. Y lo hice porque organicé una cena con un montón de comida y no sabía donde meter los platos y la gente y además tenía que ser todo perfecto y lo que no podía ser era tener una butaca más grande que la puerta atorada en mitad del cuarto y del pasillo mientras la olla hervía y el horno estaba al rojo vivo, el teléfono sonaba y yo pensaba que iba a ser el fiasco del año hasta que a base de golpes y patadas el puñetero trasto salió de ahí y lo arrinconé contra la puerta justo a tiempo para apagar los fogones y contestarle a Gunnar que me llamaba para que usara su espacio. Los invitados llegaron cinco minutos después de que tirara la butaca por las escaleras y que esta se estrellara en el rellano contra la puerta de la guardería que hay en la planta baja, y al ver aquello me comentaron que la gente estaba muy mal dejando los muebles de cualquier manera por el edificio como si aquello fuera un campamento gitano, a lo que contesté que sí, que tenían razón y que menuda vergüenza de gente y que bueno ya se sabe que aquí todo el mundo recoge cosas de la basura pero que eso de dejarlo todo por ahí tirado tampoco era plan, con lo que les ayudé a cargar los trastos y al cabo de un rato tuve la casa a tope y aquello pareció Londres, porque había tanto humo que ahí nadie veía una mierda. Gunnar llegó más tarde y me felicitó por haber tirado la puta butaca y yo le contesté que fuera a la cocina a traer más vino, entonces todos comimos hasta no poder más y nos pusimos a hablar de cosas aburridísimas y que no le importan a nadie como la huelga general en Grecia o la miseria de sueldos que se cobran aquí en comparación con Francia. En cuanto nos pusimos a charlar de clubs y de música, las chicas pusieron cara de menudo coñazo que nos habéis montado y os odiamos porque preferiríamos hablar entre nosotras de pollas o de los ridículos que podéis llegar a ser en lugar de aguantar las chorradas estas de la política, Dj's y la puñetera música, con lo que al cabo de un rato se marcharon todos y quedaron un montón de platos sucios en el fregadero mientras por la ventana ya empezaba a entrar el aire gélido con el que me he levantado esta mañana. Bajando con el M1 rodeado de vejetes silenciosos y viendo que volvíamos a estar como en marzo, me encuentro que la ciudad volvía a ser una película en blanco y negro sobre la guerra fría. En cualquier momento el tipo que se sentaba delante mío se habría girado y hubiera tenido a Orson Welles diciéndome eso de "cuando se viaja solamente existen dos clases de emociones: el aburrimiento y el terror" guiñándome el ojo. Así que me bajo una parada después y me voy al médico como quien tiene que pasar por el confesionario.

Como siempre con un miedo atroz. Debería decir que aquí los médicos parecen funcionarios del registro: apenas levantan la vista del formulario. Evidentemente después de diez minutos de sala de espera quise levantarme para largarme del sitio porque estaba ya blanco como la leche y a punto de que me diera algo, y es eso que te lo piensas y te dices "no, hoy no", pero la persona que te acompaña te mira sin creerse lo que estás haciendo y ya estás como Jordi Pujol respondiéndole "ara no toca" y joder si tocó, porque la enfermera ya me estaba llamando para pasar por la consulta y yo quería arrojarme por la ventana como cuando algunos se enteraron que habían construído el muro y les tocaba la zona chunga.
- Oye no seas niño.


- Por qué no? Los Rammstein con lo cuadrados que están se ponen a llorar en el dentista.
- ¿Tu eso de donde lo has sacado?

- Lo sé porque la practicante es amiga mía y los ha tenido ahí. Eso pasa siempre con los tíos que son tan machos, que a la hora de la verdad siempre se deshinchan...



- Qué cojones pintan los Rammstein aquí, quieres hacer el favor de entrar?

En esos momentos mi cara había pasado del blanco a la mutación de un yogurt. Incluso perdí todas las fuerzas y no, no quería entrar. De golpe me vi otra vez pequeño y con los pantalones cortos, el peinado ese cutre de cacerola que llevábamos todos los niños de la era parchís y sólo faltaba mi madre diciéndome que si me dejaba poner la vacuna me compraría un click de playmobil o un coche de Lego. Qué fácil era la vida cuando Torrebruno era nuestro mejor amigo. Años después te lo tienes que pagar todo, vas de culo todo santo el día, te enteras que la mitad de los de Barrio sésamo han acabado yonquis y estás en una ciudad donde todo el mundo tiene mala leche y está tan hecho polvo como la economía española. Un desastre, vamos.


El médico fue muy amable, pero al darme la mano casi me desmayo porque ya había hecho demsiado entrando en el despacho y contesté que sí a todo aunque entendiera la mitad y claro quisieron sacarme un montón de pruebas, pero cosa curiosa, ha sido la primera vez que voy a un sitio a hacerme la revisión y lo primero que me dicen no es " ¿Y cómo se llama usted?Ah muy interesante... Bájese los pantalones por favor, le voy a tomar la respiración". Así que salí de ahí más cadáver que otra cosa después de dejarme sacar unas cuantas garrafas de sangre y bueno, la cara de Buster Keaton la he llevado el resto del día, me he puesto a hacer playlists de música indie para cuando me toque pinchar en un local poppie y después fui a recoger más flyers y a hacer el reparto. Entonces volvió a llover y sólo había gente rara. De noche salen los bichos.Una chica pelirroja estuvo mirándome fijamente durnate todo el trayecto en la U Bahn. Al bajarme, bajó conmigo y me paró en mitad del andén para preguntarme como me llamaba y decirme que era muy guapo. La última vez que alguien me dijo algo así fue porque se pensó que yo era una chica, así que no cuenta y evidentemente ésta estaba mal de la cabeza, porque me dijo que quería ir conmigo y yo llevaba un paquetón de flyers que pesaba como una vaca en brazos y le dije que no, que muchas gracias pero que no. Entonces me siguió diciéndome que no podía dejarla ahí en mitad del andén y me acordé que en otras ocasiones me dejaron tirado a mí, pero yo le dije que no la conocía de nada y que la vida no es como las películas, entonces se puso a llorar y yo ya veía que eso iba a acabar muy mal por lo que dije adiós y me fui escaleras arriba mientras me gritaba. Reparte los flyers que yo te espero aquí. Eso sonó como esas historias japonesas de mujeres locas que de viejas siguen esperando al prometido que nunca volvió en el mismo banco del parque o en el portal de casa.


La vida tiene cosas siniestras. Berlín es siniestro por antonomasia.

Tino Casal ya dijo eso de noche de perros por la ciudad entre el frío de la lluvia glacial. Y curiosamente la escribió en cuanto le dieron de alta del hospital en el cual se quedó aislado del mundo.

La temperatura seguía bajando y la gente iba haciendo cosas más raras.

En el Sage club, que no es otro que el famoso Kit Kat club que sale en todos los reportajes pero que una vez a la semana ponen rock y no hay nadie en pelotas ni peña que te ate en la cama mientras suena tecno, había otro repartidor de flyers que se había quedado en la puerta. Evidentemente me dejaban entrar, pero sin los flyers. Puñetera gracia. Todo Berlín está en el Sage los jueves. Hay tres pistas, tiene el morbo de ser una fiesta normal en el local del Kit Kat y la música está bastante bien. Pero los flyers se quedaron en la puerta, así que yo también. Doy media vuelta, pillo la U8 para bajarme en Rosenthaler y hacer el cambio con el tram. Hay una mujer tan obesa que no cabe en los dos asientos. Su barriga es como la de un gran buda que no ha llegado a ninguna revelación más interesante que la bola de caramelos que devora sin respirar. Una pareja de empapa la mitad del vagón andando de un lado para otro y al salir a la superficie un grupo de ocho góticos me piden los flyers pensándose que hay descuento. Una vez en la Rosenthaler, algo familiar, los chinos que comparten su restaurante con los turcos que hacen Döners en la otra parte del local, el vendedor de periódicos con un montón de marcas de tabaco en las estanterías y los hostales de los que salen adolescentes borrachos que terminana vomitando en alguna acera. Me desvío a la Torstrasse y me meto en el CCCP. Dejo unos flyers y vuelvo a ver a la camarera que esta vez tenía una compañera nueva, española. Vladislav está mirándome con la misma cara asesina de la última vez. Al salir voy a bordo del M1 en dirección al país de los juguetes y serpenteamos Prenzlauer comiéndonos en medio minuto la Kastanien Allee.







Me bajo dándome cuenta de que sólo hay gente rara, punks pidiéndote dinero, ancianas encorvadas cargando bultos en carritos de la compra y perros pulgosos. Y cerca del primer quiosco de currywurst que hicieron en el barrio, coincido con Gunnar cruzando el paso de cebra. El tío volvía del trabajo y su rareza le devolvió un poco la normalidad a la atmósfera, pero él también coincidía con que tan sólo se veían tipos extraños.

martes, 4 de mayo de 2010

"Quiero tener al hombre más poderoso del mundo, aún si tengo que cruzar el océano por él."
Basina de Turingia

lunes, 3 de mayo de 2010

Flores y lluvia. Me levanto y meto en un sobre el dinero del alquiler.
Y ella ha vuelto.

domingo, 2 de mayo de 2010

Held der Arbeit. Las tantas de la madrugada.
La calle está barrida, los árboles llenos de pájaros, las llaves tintineando en el fondo de los bolsillos, las piernas cansadas de tantas horas de pie... lo de siempre. Ya no es algo que sea tan nuevo. Luego duermes en el sofá y oyes unos ruidos. Es Gunnar, que está viendo unos vídeos en la cocina. Inevitablemente nos ponemos a hablar de como celebran el uno de mayo en Grecia. La pregunta que ayer todo el mundo me hizo es a cuantas manifestaciones fui, porque las hubo de todos colores. Lo que pasa es que tenía turno de noche y sabía que tendríamos el bar a petar. En Grecia en cambio, hubo una auténtica batalla campal con la policía y los manifestantes pegaron fuerte porque ya no estaban para tantas tonterías. Gunnar, que viene del paraíso neoliberal en el que no hay ejército porque le lavan el dinero a todos los demás, se quedó un poco chocado por la contundencia de la masa, pero debería saber que normalmente es ésta la que recibe las hostias y que todo ese despliegue de cuerpos de seguridad no era para darles la bienvenida ni para contenerlos. Lo del trabajo digno hace tiempo que pasó a la historia. Lo de estar orgulloso de ser un trabajador es una mentalidad que cayó con el muro, incluso antes, por lo que tampoco pueden esperar demasiado de la masa. Había que dejarla tranquila y drogada, aunque eso tuviera un coste enorme. Pero cuando personas sin escrúpulos llevan el país, el mío y el tuyo probablemente, entonces la avaricia rompe el saco y el saco se rompe de verdad. Yo me pregunto qué se esperaban. Hay una prórroga para arreglar las cosas y se confía más en las instituciones que en las empresas, que han demostrado ser lo que son, algo mucho más peligroso que la masa, porque ésta última casi nunca despierta, sólo en raras ocasiones y para hacer un daño terrible contra todo lo que encuentre, son momentos en que el sistema se resetea a un precio alto, seguramente con sangre de inocentes. A nadie le importarán una mierda los griegos, ni los antiguos ni los modernos, hasta que los problemas no solamente han llamdo a la puerta de casa sino que ya los tienes en el recibidor. Entonces poco se puede hacer. Recuerdo que hace años cuando se hizo algo para acabar con esos encuentros de foros monetarios, G8s y demás fraudes pagados con dinero público, patrocinios de las petroleras y otras empresas dedicadas a lucrarse con los conflictos creados, un vecino mío de profesión banquero esperando su prejubilación, miraba los disturbios de Génova por la tele (lo poco que pasaron, porque la verdad fue mucho más cruda) gritándole a los policías para que golperan más fuertes a chavales que tenían la edad de sus hijos como quien está animando a su equipo de fútbol. Muy bonito. Hoy el dinero se ha evaporar gracias a esos mismos, los hijos no podrán ni jubilarse y tendrán trabajos de mierda, medicamentos más potentes para pasar las depresiones e inmigrantes a los que odiar. Una masa drogada durante tanto tiempo está enferma y es inútil, pero no es imprescindible. Al contrario. Estamos perdiendo todo aquello por lo que se luchó. Estoy viendo como algunas ideas empiezan a arraigar en todos los estratos sociales: la decadencia de las sociedades se debe no a la vanidad sino a ciertos vicios que han acarreado la descomposición de la familia: abortos, bisexualidad, enfermedades de transmisión sexual, como los griegos y los romanos, aunque nadie tenga ni puñetera idea de lo que hicieron esa gente durante tantos siglos, pero para muchos estaban siempre follando en grupo y vomitando y diciendo que los dioses no existían... de esta manera, Spengler y otros secuaces, más que filósofos pasan a ser profetas y todo lo que sea regresión ya no es algo tan mal visto. Puritanismo e imperalismo son manifestaciones de grandeza, porque el pasado está olvidado y somos libres de culpa, por lo que se puede volver a algo que por no conocer se idealiza porque las ideas son indestructibles mientras exista mente.
En los años 30 los primeros de mayo fueron siempre violentos, porque en sociedades que no eran participativas esa jornada constituía la válvula de escape de un descontento real, pero ese carácter se había ido moderando con los años porque ne cuanto la gente tiene el filete en la mesa ya no tiene porqué ser tan combativa y al final era un día libre o de fiesta y no se reivindicaba más. Políticos y sindicatos se hacían la foto y esas cosas, pero hay que aceptar que en un día así hoy por hoy algunos quieran lanzar piedras. El problema no es ese sino el no haber querido escuchar a nadie y haber preferido darle el dinero a los bancos a controlarlos y penalizarlos. Se ha puesto claro que hay una justicia para los pobres y otro para los ricos y que el Estado no es árbitro sino cómplice a cambio de poder seguir ocupando una silla casi simbólica desde la que te echan los perros porque las corporaciones quieren a los Estados sólo para eso, para que ellos no se ensucien las manos sino que se las ensucie la soberanía nacional, esa que es aplastada en cuanto se altera por ver que ni pincha ni corta y lo paga todo. Por eso mismo no suelo decir que los serbios son malos por haber hecho eso ni los alemanes fueron muy malos ni los rusos todavía peores. Incluso intento decir que los americanos pese a ejercer de superpotencia tampoco son malos. Son una gente tan presionada por unos medios controlados por pocas manos y toda una industria recreativa como lo podamos ser nosotros. Y tienen las mismas voces críticas que nosotros y la misma poca influencia que podamos tener nosotros. Porque los excesos de sus líderes empresariales e instituciones no nos pueden llevar a meterlos a todos en el mismo saco. Ya les gustaría a esos que comen juntos en las cumbres que nos matáramos entre nosotros, porque encontrarían el modo de hacer negocio también con ello. A mi me sabe fatal lo que está pasando. Puedo levantarme del sofá porque mi compañero de piso está viendo como en Grecia se enfrentan a la policía y les prenden fuego. Creo que eso debería servir para que los que están arriba empezaran a ceder un poco y a exigir responsabilidades a aquellos que no las están satisfaciendo y que siguen especulando, ahora ya con las industrias primas, y beneficiándose de un modo grotesco. Si ven que en las calles se empiezan a repartir palos deberían poner freno a eso, pero lo que harán será poner medidas de seguridad y control porque si no lo hacen los otros los sacarán de la silla.